Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Hace catorce años, la idea inicial era la necesidad de disponer de un medio para transmitir lo que considerábamos como algo de gran importancia para Cuba: la restauración del Centro Histórico; más que la restauración supuesta en valor, el contenido humanitario que esto supone. Restaurar es crear un espacio con la concepción actual que tiene el mundo y los más avanzados pensadores en la materia; es una experiencia singular que está ante nosotros ahora como una realización concreta.
No vemos la Oficina del Historiador como un área determinada, sino en su conjunto; la vemos hacia el pasado en la obra fundacional de Emilio Roig —maestro y predecesor— y también en la obra futura. Nos agrada y al mismo tiempo me sorprende que a esta altura del desarrollo de la idea no pase un solo día si que se restauren documentos y obras de arte, se reconstruyan libros o se lleve una vida cultural tan intensa en La Habana Vieja que algunos estados no pueden realizarla coherentemente. No se trata de diseñar en un programa un conjunto de cosas a hacer: se trata de cumplirlas, de llevarlas hacia adelante, de realizarlas y, luego, escuchar el eco que viene de la calle, de las personas, de los asistentes.
Hoy me resulta materialmente imposible estar en todo, acudir a todos los lugares, presidir todos los actos, inaugurar todas las exposiciones, y es que todo el que conoce nuestra forma de ser no ignora que con el tiempo —y no solo con estos catorce años sino con todo lo que está acumulado desde 1967 hasta la fecha– ha sido una masa rigurosa y creciente de deberes y obligaciones. Esos deberes y obligaciones nos llevan a atender cuestiones tan difíciles a los intelectuales como son los temas puntuales de la administración o de la economía. Estos últimos muy interesantes porque si el proyecto dejase de ser sustentable, si no fuésemos capaces de crear esa base solvente y segura, no sería posible ninguna iniciativa: publicar, ni restaurar, ni reconstruir, ni hacer una obra social consistente porque todo eso —como dijo una vez Napoleón Bonaparte hablando de la victoria probable en una batalla—además del valor requiere dinero, dinero y más dinero. Y esa es una gran verdad. Se requieren recursos para producir una obra musical, no ya la inspiración del artista: una vez que se rompe el vacío entre la partitura y la inspiración, entre el pincel y el lienzo en blanco; una vez que se logra vencer ese vacío, la obra está ahí delante. Pero, como se trata de tarea multitudinaria; cuando se trata de salvar balconaduras, rejas; de formar en una escuela a cientos de alumnos; de atender el Colegio Universitario de San Gerónimo; prestar atención a todos los que te detienen en la calle con una solicitud; o aquellos que te paran para tomarte una fotografía, o para responder una pregunta, o para canalizar un problema, estamos realizando, quizás, la parte más hermosa —aunque parezca pesante, difícil— de la vocación.
Sin la vocación no se puede hacer absolutamente nada: la administración se convierte en burocracia, la economía se pervierte, todo se cambia cuando falta esa vocación de entrega, sacrificio, voluntad. Todo eso ha querido Habana Radio expresar. Poco tendría que decir si no hay obra. Hay, claro está, quien no ve, ni verá nunca. Son los ciegos a la realidad. Pero nosotros aspiramos a que esa visión profunda, esa visión popular de todo el mundo, de cada persona, sin diferencias de ningún tipo, sea la que construya la opinión sobre nosotros. No valdría la pena decir a los periodistas: ¡escriban sobre esto porque lo necesitamos!; más bien les digo: pregunten a la opinión pública qué se dice, pregúntenle si la obra es válida, pregúntenle si es bueno venir aquí. Pregúntenle todo.
Lógicamente se encontrará un defecto. Siempre se hallará, como decía Martí, “un punto oscuro en el pulmón del cóndor, pero lo más importante es el vuelo”. Y a esta altura, la realización está colocada ahí. Hace unas pocas horas se colocaba en la Plaza Vieja una obra monumental, una escultura de Roberto Fabelo que con extraordinaria generosidad ha donado al Centro Histórico. Por razones diversas, no pude estar con él en el momento en que la escultura se emplazó. Poco después comenzaron a llegar los paseantes asombrados en torno al gallo y a la figura que está sobre él; los niños, también ingenuos, quisieron arrancar algunas plumas como si el bronce cediese a sus deseos, y otros querían cabalgar junto a la efigie, deseaban tocarla o golpearla a ver si era verdad. Y algunas personas me dijeron: hay que poner, inmediatamente, un valladar en torno a la escultura. Y dije: no, prefiero reunirme con todos los niños que van a la Plaza y hablarles del gallo y de su magia, y estoy seguro que ellos se convertirán en sus guardianes porque es más fácil condenar que educar; porque es más fácil decir no a decir sí; poque siempre es más fácil envidiar que hacer.
Por eso, cuando conmemoramos el catorce aniversario de nuestra emisora, les pido de corazón que piensen en la vocación de Habana Radio y por qué el 28 de enero: se hizo ese día porque queríamos seguir el mandato apostólico de transmitir, y nadie da lo que no tiene.
La Habana Vieja y Habana Radio han realizado una fusión interesante, al extremo que hoy su voz se escucha desde Baracoa hasta el Occidente de Cuba, abarcando a las ciudades patrimoniales y haciendo un discurso patrimonial de todos los aspectos, de amplio espectro, sin caer en banalidades o vulgaridades de las que estamos absolutamente hartos. Aspiramos no a crear élites porque sería desmentir la razón social de nuestra vocación humana y política, pero aspiramos a vanguardias de la sociedad que, como la punta de la flecha, luchan contra el viento y lo penetran arrastrando detrás al vástago y a las plumas que la guían. Aspiramos a ser eso, y a ese empeño consagramos nuestra programación y nuestros deseos.
A Zenaida Romeu quiero agradecerle en este día porque le hice una petición, seducido por la obra del maestro Hubert de Blanck, de la cual tantas veces me hablaron sus hijas y, particularmente, Olga a quien el Museo y la institución le deben gratitud. Él había hecho unas hermosas variaciones sobre el Himno Nacional y un día le pedí a Zenaida que, por favor, tratara de hacer esta interpretación. Surgió, entonces, de su talento y de sus músicas una revivida visión de lo que el maestro en su exilio presentó a los cubanos de la Generación del (18)95 y que era, prácticamente, desconocida.
Agradezco, también, la presencia del maestro Guido López Gavilán, quien con su generosidad proverbial accedió, sin más interés que su amor y culto por la música –que es como amar la verdad–, a producir en esta oportunidad una obra para la conmemoración de Habana Radio.
Y quiero agradecer a Maykel Herrera que nunca ha dejado de ser, como las figuras que él representa en su obra. Con la potencia de su pincel, saludará el catorce aniversario de Habana Radio en una bella exposición.
Me alegro mucho de saludarlos a todos. Se han de presentar una serie de imágenes que son convincentes. Quizás, ninguna mejor que la Plaza Vieja. Yo había colocado, claro, la imagen anterior y, luego, había vuelto a colocar sobre ella ésta. ¡Qué bonito es ahora deambular por esa Plaza!; pero hay que imaginarse el escenario previo cuando no había esperanza; cuando apareció la fuente y se reprodujo la misma escena que la del gallo de Fabelo: los niños querían bañarse en el agua de la fuente; querían los albañiles enjuagar sus cubos de mezcla; otras lavanderas venían —como en época pretérita— a lavar sus ropas en la fuente porque no había agua en las casas. Finalmente, las verjas cayeron y se estableció la concordia entre el principio esencial entre el agua y la gente. La fuente vino a ser como una especie de diálogo redentor con la comunidad que espera todavía.
Cuando me dicen muchas veces, “ha restaurado La Habana vieja”, digo con pudor: cierto, pero es una pequeña parte. Una persona muy culta, no nacida en Cuba, me decía esta es una ciudad en la que hay que ir siempre mirando hacia arriba: ¡qué balcones!, ¡qué pórticos!, ¡qué columnas!, ¡qué rejas!, ¡qué maravilla! Y todo eso espera por nosotros, y por todo eso hay que luchar fieramente. Pero la mejor forma de luchar es hacer; y la mejor forma de criticar es construir; y la mejor manera de no quedar marginado es militar.
Muchas gracias.
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