Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Quisiera darles la bienvenida a ellas y a ellos, a todos y todas. Suscribir las palabras del Doctor Félix Julio, en cuanto a que estamos muy contentos con la presencia de todos ustedes. Empezamos – y también tendré el calendario de las clases, que me darán oportunamente, y serán la primera ocasión que tenga con este grupo –. Este año es muy significativo para el Colegio, porque ya ha alcanzado esa madurez que toda facultad adquiere con la experiencia de las relaciones entre profesores y alumnos.
Me alegra mucho pensar que han escogido una carrera que les ha llamado la atención por el abanico de opciones que da al conocimiento. Como decíamos ayer en una conversación – hablaba yo con profesores a los cuales también daba la bienvenida –, no ignoro todas las complejidades del momento en que vivimos. No ignoro las preocupaciones que embargan a los jóvenes. Alguien dijo, con razón, que se parecen más a su tiempo que a sus padres, y es verdad. Y el tiempo es un tiempo convulso a escala global. Los que vivimos experiencias anteriores nos damos cuenta cómo sutilmente se van creando condiciones en el mundo que requieren de nosotros un ejercicio del conocimiento y la búsqueda ansiosa de la verdad. ¿Qué es la verdad? Preguntó Pilatos a Jesús. ¿Qué es la verdad? Y esa es nuestra angustia filosófica: la búsqueda de la verdad, la búsqueda de lo razonable, la búsqueda del sentido común de las cosas.
Mundo complejo. Se anuncia que este año las tempestades y turbulencias que nacen de la corriente caliente de El Niño serán dobles de las anteriores. La NASA anuncia que el calentamiento global viene mucho antes de lo que la ciencia predijo. Los templos antiguos de la ciudad de Palmira son volados por un grupo extremista que destroza parte del pasado de la humanidad. Y para eso al parecer no hay remedio, a no ser algunas voces que se han levantado al ver una escena monstruosa: la destrucción de uno de los templos más antiguos, de más de 2 000 años, dan la señal de los tiempos.
Pero vemos esa realidad global, vemos que después de la Segunda Guerra Mundial nunca se vio una masa de emigrantes como la que ha cubierto prácticamente el Mediterráneo para llegar a las costas de Grecia e Italia, con el ánimo de pasar hacia el país que consideran es la promesa de su destino, que es Alemania. Ese es el mundo real, y el mundo nuestro también está caracterizado por las señales de una época compleja. Una época en la cual yo no me atrevería a decirles a los alumnos que debemos estar tranquilos. Debemos tener un sentimiento de confianza, pero al mismo tiempo de inquietud. Pero más inquietud ha de tener, si es que la percibe, el individuo que carece de conocimiento. La cultura es un instrumento esencial. Es casi una brújula para andar en ese mundo y en nuestro propio mundo interior. Gracias a la cultura, al conocimiento y a los diversos saberes, podemos enfrentarnos a la realidad familiar, social, nacional y universal. Los conocimientos que adquiramos tienen que tener un carácter humanístico, y esa quizás sea la más grande de las carencias del mundo actual, que confió absolutamente su desarrollo a la tecnología.
Yo, por ejemplo, que vi el desarrollo tecnológico, me produce asombro todos los días. Me reía mucho porque alguien me hablaba el otro día de la ponderación de la nanotecnología. Le decía: está muy bien pero no me metas más enanos en la realidad porque es una cosa alarmante, tirando a broma el tema; pero lo cierto es que todo se ha miniaturizado. Drones vuelan alrededor de los grandes aviones, pequeñas lentículas ingresan en el torrente sanguíneo y permiten determinar con una cámara de tamaño inferior a una cabeza de alfiler, cómo hacer una operación y dirigirla desde el interior del cuerpo. Los que íbamos a una fiesta cargando una grabadora entre dos personas, asistimos al desarrollo de la música computarizada, a los pequeños equipos walkman, a lo que vino después. Soñábamos con un video cassette, lo cual es ya una pieza de museo, antes de la era de la digitalización; nos asombramos de lo que significa el desarrollo tecnológico.
No podemos olvidar lo más importante: en nuestra formación: debemos tener una visión global del mundo. Por eso la carrera, en nuestro caso, nos ofrece, desde el universo de la geografía, las letras, las paleografía, la arquitectura, el paisaje, la arqueología, la filosofía, la historia, una posibilidad grande de tener ese abanico de conocimientos indispensables; pero yo creo que lo más importante es la afición personal a buscar la sabiduría. En Cuba existió un fenómeno en el siglo XIX que es necesario recordar. Un hombre nacido en Pinar del Río – en las tierras más olvidadas, se decía, pero tan bellas de Cuba –, sin haber cursado ninguna academia y ni visitado jamás una universidad, hablaba de forma empírica las lenguas, traducía, escribía tratados. Tranquilino Sandalio de Noda sigue siendo todavía un paradigma del conocimiento.
Y es que el conocimiento no se adquiere sino leyendo y estudiando. Alguien afirmó que “el hombre es lo que leyó”. Yo fui los libros que leí, pero también es importante señalar que la cultura es lo que queda en nosotros cuando ya hemos olvidado lo que leímos en los libros. Una persona me confesaba antes de ayer: “Es que yo no tengo esa afición. No leo”. Digo: “Es grave problema”, porque hay que atravesar el desierto del Sahara que supone comenzar un libro hasta que uno empieza a escuchar, en el silencio de la lectura, una voz escogida por nosotros y sintonizada en nuestro propio radio interior; una voz, siempre la misma, que nos cuenta la historia que estamos leyendo. Ya no es solamente los ojos y la letra, es una voz interior. Y cuando se llega, si el libro es ilustrado, como nos gustaban cuando éramos niños, se llega a una ilustración; es como quien arriba de pronto a un puerto seguro o puede descansar, o cuando termina un capítulo.
Leer es lo más aconsejable. Si se estudian idiomas, por ejemplo, lo conveniente es pensar en la necesidad de leer, aunque sea para empezar revistas de temas triviales, y comenzar después buscando cosas más serias, y anotando y buscando palabras; porque, y me ocurre mucho, cuando tienen que traducir una visita dirigida sobre un tema histórico – que el guía no puede ser solo uno que traslada palabras; tiene que ser, fundamentalmente, uno que las interpreta –, es necesario interpretar el sentido de la palabra.
Esta mañana quejándome cuando venía una mamá, al cual un niño se le encaramaba y le gritaba – se había negado rotundo a empezar el primer día de escuela –, yo recordaba el sentido castellano de la palabra que nosotros decimos de corrido “malcriado”. En realidad es “mal criado”. Está mal criado: hace lo que quiere; si no quiere ir al colegio no va, la madre es incapaz de dominar a la pequeña fiera. Y es verdad, como dice Joan Manuel Serrat en una de sus canciones, que hay que pasar por la prueba de lo que él llama “la aborrecida escuela”. ¡Qué barbaridad! Levantarse todos los días para ir a la escuela. Estar sometido a la tiranía de los padres y maestros durante la primaria, la secundaria, la Universidad, la Maestría o el Doctorado; pero no queda más remedio, es una etapa de la vida en la que estamos subvencionados para eso. Por eso algunos me preguntan: “¿Pero se puede llegar sin haber recorrido el camino?”. Sí se puede, pero con grandes lagunas y atravesando desiertos. Y tomando pequeños riachuelos se llega a uno mayor y después al torrente, pero pasando mucho trabajo. Los autodidactas, por ejemplo, que alcanzaron letras a partir de esa búsqueda personal fueron víctimas de todo tipo de abusos, porque en ese bosque que supone dejar la escuela, la universidad y quedarnos en el aire, supone un tiempo de desamparo, del qué dirán, y qué haré, y cómo ganaré el dinero que necesito para vivir.
Hace muchos años llegó a La Habana un sabio italiano, el profesor Gianni Toti, que creó una doctrina, Free Time And Lecture (Tiempo Libre y Recreación), y dio el congreso en Cuba. Aquello fue un verdadero escándalo, porque era tiempos en los cuales la gente estaba en los trabajos voluntarios, cortando caña, y entonces la prédica del tiempo libre era algo casi contrarrevolucionario. En realidad, él no se proponía eso. Decía que el tiempo libre es aquel en el que nuestro libre albedrío determina qué hacer: nos dedicamos a coleccionar mariposas, a ver una película, leer un libro, pero ese es un tiempo precioso, porque es el tiempo de libre disposición, el tiempo en el que cesa la obligación antes de que comience el sueño. Pasamos una gran parte de la vida soñando y durmiendo. Si es que se duerme bien. Para Rubén Martínez Villena, el gran poeta cubano, delgado y fino, en unos de sus versos exclamaba: “porque ya vendrá un tiempo en que dormiré con el párpado abierto. Esas alas tan grandes y tan pequeñas y esas nubes tan altas. Y yo queriendo alcanzar esas nubes”. Y hoy debemos buscar las nubes del saber. Nada les debe parecer poco ni imposible. El Himalaya de cada cual está en las asignaturas más difíciles: la matemática, la biología, las ciencias exactas. Me acuerdo la gran lucha cuando los profesores aparecían con la necesidad del álgebra, y todas aquellas doctrinas que para nosotros, algunos que no podíamos soportar las matemáticas, era terrible. Pero luego, en la carrera universitaria, un profesor de mucho mérito, el profesor Zanetti, tenía la asignatura Metodología de la Investigación Científica, que era matemática pura. Entonces era allí que uno lamentaba el no poder conjugar el 2 y 2 son 4, correctamente. Era terrible.
Una profesora dijo: “el suspenso es para los alumnos”. Qué mal rato, recuerdo cuando suspendí el Tercer Grado y mi profesora, la Doctora Silvia Oliva, a la que siempre recuerdo, me dedicó un libro, Corazón de Edmundo de Amicis. Con el suspenso me entregó el libro, clementemente, y me puso unas palabras firmadas por ella: “Eusebio, estudia”. Y me acuerdo un suspenso en la universidad con una profesora – no voy a mencionar su nombre, vive todavía –, a la que yo me acerqué y me dijo: “El suspenso es para los alumnos, no reclame”, y le dije: “No, yo no vengo a reclamar. Vengo a que usted me ayude a razonar estas categorías que son difíciles, porque siempre me he considerado Sujeto y no Objeto; por tanto, necesito entrar en ese mundo de lo subjetivo que usted trata de explicarnos”; porque me acusó además de “subjetivista”, es decir, ver las cosas como no son. Pero bueno, también Santa Teresa decía que la cabeza es la loca de la casa, y es verdad. Allí se mueven todos los ingenios, todos los fantasmas, y no es casual que la obra cumbre de la literatura española sea dedicada a un demente. Lo decía ayer, al Caballero de París. Y recuerdo a Dulce María Loynaz, mi amiga siempre recordada y llorada; fuimos a su casa, hoy abandonada y en ruinas en la calle Línea, que había sido el “Jardín” donde aún vi los puentes que comunicaban las casa con los árboles, y el ferrocarril que recorría toda la finca. Allí habían estado todos los grandes poetas: Lorca había estado. Tantos poetas cubanos que se reunieron allí. Entonces ella me llevó a conocer a su hermano, pero su hermano padecía una extraña demencia, que fue la misma del Caballero de París y la misma de Don Quijote: creerse muerto en vida y recuperar la noción del ser unas horas antes de morir. Habría que explicarlo con las palabras de Martí: “comienza, al fin, con el morir la vida”. Pero lo cierto es que Carlos Manuel, se llamaba así el poeta, vivía gélido y pálido cubierto por una sábana blanca y solamente entraba Dulce, que es a quien él permitía que ingresase en la habitación, y la persona que cuidaba de Carlos Manuel. Y el día antes de su muerte recobró la lucidez – es una enfermedad fatal –, y ordenó que quemasen todos sus poemas. Todos los hermanos eran poetas: Dulce María, Flor… y cumpliendo la orden de Carlos Manuel se llevaron todos sus cuadernos al patio y se les dio fuego, para complacer.
También el médico del Hospital Psiquiátrico me cuenta que el Caballero de París, días antes de morir, recupera la noción. Deja de ser el Caballero de París para ser José López Lledín, que era su verdadero nombre. Y entonces allí le dice que ya no es tiempo de castillos ni de caballeros andantes, que es un tiempo diferente, y que le toca vivir.
Entonces, queridos, la vida es breve pero el arte es largo; por eso es conveniente aprender y alcanzar sabiduría. La sabiduría nos permite descifrar los misterios de la vida. Nos permite tener paciencia y enfrentar los problemas con serenidad. No creer todo perdido. Para Jorge Manrique, el gran poeta español, era un privilegio reservado a los poetas y a los grandes artistas. Decía que hay tres vidas: la humanal o terrenal, la vida eternal, y la vida de la fama. Como la segunda era una incógnita, la de la fama era cierta siempre y cuando el poeta y el artista tuvieran obra de mérito. Traten de hacer obra de mérito. Bienvenidos al Colegio. Pásenla bien, estudien por placer más que por deber, aunque a veces el deber obligue.
Sean bienvenidos. Tratamos de que aquí todo sea diferente. Hay buenas condiciones, relativamente, para estudiar. Hay cinematógrafo, hay museo, hay laboratorio; archivos en los cuales, si los profesores son hábiles y saben bien su menester, harán pasar horas encantadoras. Tendremos visitas de importantes profesores que de manera extracurricular darán clases magníficas. De cualquier tema, aquel que nos parezca o les parezcan más interesantes. Mis clases serán la introducción de la carrera, y en ellas más que pedirles que copien nada, trataré de que escuchen. Y trataré de traer a mi amparo objetos y materiales que les hagan sentir la necesidad de las cosas que van a aprender: del mundo de los museos, templo de las Musas; del mundo del archivo, templo de los documentos; del mundo de la biblioteca, templo de los libros. Y cuando salgamos del Colegio, cinco o seis años después, como ya hemos despedido a otras generaciones, estoy seguro de que se irán contentos y dichosos, y que tendrán un premio y una gran recompensa en la vida. Muchas gracias a todas y a todos por su atención. Nos veremos.
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