Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Coronel. General. Distinguidos Jefes Oficiales del Ministerio del Interior y del Cuerpo de extinción de incendios. Miembros de la banda; demás autoridades, de nuestro Partido y Gobierno que nos acompañan, pueblo en general de La Habana Vieja:
Durante 118 años hemos vuelto a este sitio. El fuego de Isasi quedó en la memoria de los ciudadanos como un acontecimiento terrible. En una ciudad infinita, más pequeña que la actual, en una ciudad cuya parte antigua abigarrada hacía difícil el acceso a la técnica, a distinguir un incendio, -lo fue entonces y lo es ahora- uno de los principales problemas era también la necesidad del agua para apagar un fuego de grandes proporciones.
A lo largo de los siglos la ciudad tuvo en los muelles, en sus almacenes, en áreas y barrios enteros -y así hasta fines del siglo XIX y principios del siglo XX- incendios que marcaron la historia, hechos sobresalientes como fue la explosión en el puerto de La Habana de tres naves: en 1741 el gran invencible que volado en medio de una tempestad desató incendios y destrucciones; el crucero acorazado Maine luego, que provocó la intervención militar de los Estados Unidos en la guerra por la Independencia de Cuba, contra el poderío colonial español. Finalmente el estallido de la Coubre en los días iniciales de la Revolución, los daños causados, los incendio en los muelles antiguos de la World Line. Pero Isasi fue la memoria marcada. De niño recordamos el respeto y la veneración con que un día como hoy desfilaban por las calles los sobrevivientes del fuego, vistiendo los antiguos uniformes, honrados por sus compañeros y continuadores. Jóvenes que venían sosteniendo a ancianos condecorados y de muchos años ya, en retiro del servicio activo, pero que eran considerados héroes vivientes de una hazaña.
Un fuego simple, una ferretería junto a un Consulado, cerca de centros comerciales importantes, no lejos del Palacio de Gobierno y de la Plaza Vieja, o San Francisco. De pronto la conflagración por el almacenamiento de productos prohibido provoca el desastre. La lápida explica lo ocurrido aquel 17 de mayo: transeúntes, bomberos del comercio y bomberos municipales, agentes del orden público, marinos… murieron en el acto. El fuego se convirtió en un desastre que provocó una cuestación pública, un sentimiento nacional de solidaridad. En las galerías del Palacio de Gobierno fueron expuestos los féretros de los bomberos, jefes y oficiales, mucho de los cuales eran en el sentido más estricto y no institucional que tenía aquella época, voluntarios, que fuera de horas laborales prestaban un servicio de extraordinaria utilidad a la población.
De entonces para acá, atravesando las épocas, el período colonial, el período Republicano y su agonía, y finalmente la etapa gloriosa que nos tocó vivir, el Ministerio del Interior fue celoso custodio no solamente del mausoleo en el cementerio de La Habana -obra del gran escultor español Agustín Querol, cuyas obras están hoy reputadas entre las mejores de la arquitectura monumentaria mundial- sino también el propio panteón del Ministerio asociado a aquel monumento donde por cierto por vez primera aparecieron los retratos esculpidos en mármol, no solo de aquellos héroes principales, sino de todos incluyendo los bomberos blancos, y los bomberos negros, los negros y los blancos. Anticipando que en el mérito, en la lucha por una sociedad mejor, en el servicio al pueblo, en el desinterés y en el sacrificio, todos somos una sola cosa: cubanos.
Por eso volvemos al monumento cada año y vienen los más jóvenes, los que todos los días tienen que hacer la labor de prevención, explicando, no solamente en la semana que se organiza cada año, sino todos los días, a los organismos del estado, a las personas particulares, a toda la ciudadanía, la necesidad de la prevención del incendio, la necesidad de proteger las vidas, la hacienda y la propiedad pública o individual. Y desde luego atrayendo vocaciones para un servicio que sigue siendo como ayer un riesgo inmediato y presente de vida.
¿A quiénes buscamos con estas vocaciones? A los más generosos, entre los jóvenes a los más valerosos, a los combatientes, a los que quieren convertirse en dominadores del fuego. Si el fuego y su descubrimiento transformaron la historia de la humanidad, fue útil para la fundición de los metales, creó una verdadera Revolución en la existencia misma del género humano, hoy, controlarlo, detenerlo, dominarlo es quizás el más importante de todos los servicios que podemos ofrecer a nuestro país. En nombre de las personas de La Habana Vieja, territorio declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, entre cuyos motivos está la gloria combativa del Cuerpo de bomberos de la extinción de incendios de la Ciudad de La Habana, les felicito a todos. ¡Honor a los que cayeron en el servicio a lo largo de todos los tiempos, desde los tiempos inmemoriales hasta hoy, y que sea para muchos años que volvamos a este sitio y cuando pasen los siglos, volveremos!
Muchas gracias.
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