“La Patria es la niñez”

noviembre 21, 2012

Por: Foto: Alexis Rodríguez

El Dr. Eduardo Torres Cuevas, en el espacio El Autor y su Obra

Querido Eusebio Leal;
Queridas compañeras que comparten conmigo esta mesa;
Queridos todos:
Cuando supe quiénes me iban a acompañarme en esta mesa, decidí hacer algo; porque sabía, en primer lugar, que nadie mejor que Aracely García Carranza y Josefina García Carranza -que siempre estará con ella- podían hablar de la obra de Eusebio. Aquí están -los tengo yo también en mi oficina- los cuatro tomos recopilados por ellas de la obra y la vida de Eusebio Leal. Es decir que ir sobre ese terreno era ir sobre un terreno equivocado, porque quien podía ir con sólidos pasos a hablar de la obra de Eusebio era Aracely.
Después, sabía que iba a estar otra queridísima compañera, María del Carmen Barcia, que durante muchos años fue directora de la Escuela de Historia, y ha compartido también con Eusebio y con todos nosotros gran parte de estos andares.
Yo fui por otro lado. Fui a buscar un libro de Eusebio que yo adoro, porque es el libro de la infancia, que tiene que ver con un término que, según dice él, ya se usa muy poco; pero que en nuestra época era muy común: Fiñes. Y recordé una frase que me dijo en un momento de conversación el profesor Roberto Fernández Retamar: “La Patria es la niñez.”
Y en cada uno de los artículos del libro se reproduce toda una época de formación, aquellas cosas que quedan grabadas profundamente, más que por el pensamiento y el razonamiento, por la emoción, el sentimiento y la realidad vivida; aquellas cosas que pasan los años y quedan firmes ahí en ese trasfondo, que explican toda una vida.
Ese libro lo he leído varias veces, y retorno a él. Pienso que todo niño cubano debía leerlo, como una lectura obligada. Fiñes narra la trayectoria de formación de un joven, que después va a tener, a partir de esa profunda cubanía nacida en las calles, desde el chino que está en la esquina, hasta las casas, la gente, los compañeros de juegos, los compañeros de tristeza. Pero sobre todo, ahí se cuenta cómo nace el amor por su Habana, por su Patria, su país y la humanidad. Ahí nace una lectura intensa, ahí nace un lector que se descubre a sí mismo, que se forja a sí mismo, que se crece día a día con la lectura y la vivencia cotidiana de su ciudad.
Creo que, cuando uno termina de leer este libro, se explica la trayectoria extraordinaria de Leal; empieza a encontrar las raíces de un hombre extraordinario que no solo supo batallar en condiciones muy difíciles, sino que supo formarse más allá de las condiciones en las que la vida le podía llevar por otros caminos.
A Eusebio lo recuerdo también hace muchos años, cuando batallaba con este edificio que tengo a mi izquierda, que era entonces un edificio en condiciones realmente complicadas, lo recuerdo con la carretilla. Y siempre he pensado que su modo de vestir tiene que ver con esa época, que tiene que ver con ese sentirse como obrero, con una carretilla, los ladrillos y los problemas que implicaba salvar un edificio. Salvar aquel edificio era ya una heroicidad; nadie podría imaginar lo que podía venir atrás Y salvar no solo el edificio, sino salvar algo mucho más importante: lo que representaba la cultura que había surgido ahí, de la cual fue un cuidadoso recopilador, conservador, y además el hombre que ha sabido traerla día a día entre nosotros.
Después vino La Habana.
Hablaba ahora con Aracely aquí bajito, y le decía: “Es que la obra de Eusebio es de tal magnitud -ya mis dos compañeras que me precedieron lo han expresado-, que es difícil imaginar un hombre con una obra así.
Un buen escritor por lo general no es un buen constructor; puede serlo, pero es la excepción. En este caso, tenemos un buen constructor, un buen diseñador, un buen pensador, un hombre que es capaz de penetrar en la filosofía y es capaz de penetrar también en nuestra historia con el pensamiento universal.
Y su discurso no es un discurso vano, no es una oratoria vacía; cada frase no solo es para decir algo, sino para obligar a pensar algo. Es decir, que va más allá de una simple letra escrita, deja una dimensión que obliga a pensar.
No hace una semana, estábamos conversando, y dijo una frase que me impactó, porque nunca la había oído decir así. Y dijo simplemente: “Nosotros no somos descendientes de los conquistadores; somos descendientes de los inmigrantes.”
Esa frase me dejó pensando; porque realmente rompía con un esquema, un esquema lineal de la historia, una simplificación de la historia ¿Qué teníamos que ver nosotros con aquellos españoles que llegaron en 1513? ¿Qué quedaba de ellos entre nosotros? Sin embargo, ese cúmulo de migraciones que fueron formando nuestro pueblo, es lo que explica lo que somos. Y con esa simple frase, que puede haber sido una frase tomada textualmente, me dejó pensando algo en lo cual yo no había pensado. Y creo que el discurso de Eusebio, escrito u oral, siempre deja pensando, porque no es simplemente un relato; es sencillamente una proyección, un manantial de ideas, una cascada de pensamiento, que realmente resulta fascinante escucharlo, y después resulta fascinante cómo uno se queda pensando en todo lo que ha dicho.
Creo que esta es la dimensión de Eusebio que yo quería resaltar, no quedarme en la obra, que ya ha sido mejor descrita que lo que lo pudiera hacer yo, sino destacar la dimensión del hombre de pensamiento, del hombre que tiene profundamente enraizado, desde su niñez, la Patria amada, como es el título de otra de sus obras; el hombre que va a descubrir día a día algo nuevo, no para él, no para reservárselo, sino para darlo, y que es capaz de escribir tanto en texto como en piedra nuestra historia, no para un pasado, sino para un presente y sobre todo pensando en un futuro.
Ese pensar el futuro de Cuba y de nuestra ciudad, es para mí uno de los logros y de las características del pensamiento de Eusebio Leal que más me impresionan, porque es pensar cómo nosotros vamos a dejar nuestra Habana y nuestra Cuba para las generaciones futuras; es no pensar que el problema puede ser mayor que la fuerza de voluntad para resolver el problema. Esa voluntad extraordinaria, ese modo de actuar extraordinario, y esa para mí inexplicable forma de dirigir cosas tan diversas sin perder nunca la capacidad de escribir y hacer un discurso profundo, es una de las cosas que siempre me han impresionado de Eusebio Leal.
Creo que hemos sido privilegiados, mi generación, por haberlo conocido y haberlo tenido y haber compartido con él; las generaciones futuras, por lo que él hace. Pero creo que entre los cubanos para siempre quedará la obra de Eusebio, y pienso que sobre todo el espíritu de Eusebio Leal, la forma en que él asumió los retos, no porque nadie se lo dijera, sino por esa Patria de la niñez, por esa etapa de los “fiñes”, por ese crecimiento permanente que nos ha permitido hoy poder disfrutar cada uno de los rincones de esta ciudad y cada uno de los párrafos de lo que ha escrito. Y disfrutar lo que todos queremos ya, y por tanto aquí termino, que es escucharlo a él.
Muchas gracias.

CubaEusebio LealFiñesHistoriaLibroPatria

Compartir

  • imagen
  • imagen
  • imagen
  • imagen
Historiador de la Ciudad de La Habana 2011
Desarrollado con: WordPress | RSS
Válido con: HTML | CSS