Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Por: Eusebio Leal Spengler
Quisiera desde Habana Radio, aprovechar la ocasión para expresar mis más sentidas condolencias a todas las familias y a las personas que, la pasada semana, en ocasión de las fuertes lluvias ocurridas en La Habana, particularmente en el Centro Histórico y Centro Habana, sufrieron las consecuencias del fenómeno meteorológico con daños para sus bienes, para cosas que son a veces irrecuperables.
Viendo desde las ventanas de la emisora y escuchando los partes meteorológicos, pensaba que es necesario que no nos sorprendan otras lluvias que son inmediatas. El cielo de La Habana ha amanecido esta semana enrevesado, desde aquí puedo observar la conflagración en torno a los edificios históricos donde habitan miles y miles de personas, es por eso que todas las medidas y todas las precauciones que tomemos para salvar nuestros bienes, son realmente pocas. Es también el momento de la solidaridad, no solamente pública, sino también entre las familias, que suelen en estas ocasiones, no solamente albergar, también dar refugio momentáneo a las cosas que, como decía, pueden perderse ante las lluvias.
Siempre pensé que la monumentalidad estaba, en nuestro caso, ligada estrictamente a una comunidad, de ahí que el discurso de la restauración se vio ante la necesidad de optar, ¿qué hacer primero? Lo primero era tratar de atender cosas globales, generales, que tienen que ver con las personas y con sus necesidades. De ahí la urgencia, primero de crear un hogar materno infantil; un centro de salud mental; un refugio para las personas de la tercera edad en el antiguo monasterio de Belén, que habitualmente ha sido un lugar de refugio, de buscar amparo las familias en caso de ciclón o de emergencias.
También así otros edificios históricos que habitualmente en casos de esas contingencias hemos habilitado o abierto rápidamente para prestar, no solamente la solidaridad que nace de la voluntad, si no que la que nace de la obligación. Recuerdo que en mi oficina en la Plaza de la Catedral, primero ingresaba en caso de tempestad, una estatua de Neptuno, que está casi a la orilla del mar, para evitar que un golpe de ola se la lleve, pero casi inmediatamente después entraban las familias, de lo cual me alegro y le da sentido a nuestro trabajo, y a mi propia vida y a la de mis colaboradores. Es por eso que digo que cuando tengan un problema, o enfrenten un problema en el lugar que tengo, bajo el encargo expreso de realizar no solamente una obra monumental, si no también una obra social, sepan que de lo que tengamos compartiremos, que lo que tenemos está a vuestra disposición, y que siempre actuaremos en este sentido con humanidad, con lógica, más allá de discursos y de palabras, más allá de reuniones que a veces no son útiles.
Prefiero tomar al pie de la letra las medidas que la Defensa Civil ha aprobado y tiene preparadas para estas circunstancias, y la acción resuelta del cuerpo de bomberos de la estación de Corrales y de las autoridades que son convocadas cuando se requiere. Ciertamente todos hemos sufrido en estos días, yo, en lo personal, el daño sufrido por el Palacio de los Capitanes Generales, sede del museo al cual le he dedicado 54 años de mi vida; los daños causados allí fueron grandes, ahora saldré para allá, para poder proteger el lugar donde se encuentra una parte del legado, de la espiritualidad, de la ética, del valor moral y patriótico del pueblo cubano. Trataré también de recorrer todos esos sitios en los cuales por un especial encargo de la República tenemos que velar porque se conserve la memoria en libros, documentos, papeles, objetos, porque este es fundamentalmente mi trabajo.
Nos pasamos el año como la hormiga, pidiendo con la intención de guardar para casos de contingencia y pensar qué sería esto si en vez de ser una lluvia de tres horas se convierte, como en Chile, en México, en Centro América, en un diluvio que dure tres o cuatro días, o en un ciclón que roce a La Habana, o la ataque de frente.
Por eso estar organizado, cumplir las normas, pero sobre todo trabajar limpiando cloacas, limpiando acequias, protegiendo todo lo que se ha de perder, cuidando de que cuando llegue el momento difícil, no haya entonces que lamentar demasiado, sino más bien tener la tranquilidad que todo lo que se pudo hacer se ha hecho. La suerte está echada.
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