“Lo más importante es el pensar”

julio 19, 2013

Presidida por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros y miembro del Buró Político del Comité Central del Partido, este miércoles 17 de julio se realizó la primera graduación de la Licenciatura en Preservación y Gestión del patrimonio histórico cultural del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís./ Foto Alexis Rodríguez

Presidida por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros y miembro del Buró Político del Comité Central del Partido, este miércoles 17 de julio se realizó la primera graduación de la Licenciatura en Preservación y Gestión del patrimonio histórico cultural del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís./ Foto Alexis Rodríguez

 

Primer Vicepresidente del Consejo de Estado y del Gobierno, querido amigo Miguel Díaz-Canel; querido Doctor Homero Acosta, Secretario del Consejo de Estado; magnífico Rector de nuestra Universidad, que preside este acto; magnífico amigo Rafael Bernal, Ministro de Cultura; tan querido Abel Prieto, Asesor del Presidente General de Ejército, queridas y queridos todos.

 
Querido Padre Fray Manuel Puña, Rector de la Orden de Santo Domingo, fundadora en su día de la Universidad Real de San Gerónimo de La Habana, aquel año de 1728, el 5 de enero.

 
Queridas y queridos todos.

 
Queridos Vicedecanos, miembros del claustro, queridos alumnos, hoy ya graduados.

 
Nos reunimos en una ocasión trascendental para nosotros. Lo es, porque se trata de llegar al sexto año, después de la ardua tarea de salir todos los días del trabajo y demostrar esa voluntad férrea que conduce al camino de un entendimiento superior de la cultura y de las ideas. Se trata de dedicar una parte de ese tiempo que sería técnicamente un tiempo libre, al más alto y más grande objetivo del ser humano, que es superarse y alcanzar la sabiduría, alcanzar el conocimiento.
San Gerónimo, ilustre discípulo de orígenes, consagró su vida a leer en una cripta, en la ciudad de Jerusalén, los documentos antiguos. Su nombre, su austeridad, representada en el escudo de nuestra Universidad gloriosa de La Habana, golpeándose el pecho con una piedra, en medio de la espelunca y con un león del desierto, como su servidor humillado, representa el triunfo del talento sobre la fuerza bruta, el triunfo de la verdad sobre la sinrazón. Pensamos ahora en los días en que se elaboró la carrera, en la petición al Jefe del Estado y jefe histórico de la Revolución Cubana, querido Comandante en Jefe Fidel Castro, de la creación de una carrera universitaria; pero no sacarla afuera, dentro de la corriente de la creación de sedes municipales, sino aspirar a colocarnos bajo el amparo de la Universidad de La Habana, que por su antigüedad preside entre iguales a ese ramo de rosas que son hoy las universidades de Cuba, con el orden de precedencia de sus fundaciones. Recuerdo la tarea encomendada y llevada adelante, a la comisión de carreras presidida por mi querida y siempre bien amada colaboradora Rayda Mara Suárez del Portal, directora hoy de Patrimonio Cultural de la Oficina, y a sus colaboradores, y cómo fuimos modelando la idea en las reuniones en el Ministerio de Educación Superior y cuando todo estuvo listo, presentar a Fidel el resultado. El epílogo del encuentro fueron unas palabras que haremos lápida: “Que se enseñe en el Colegio Universitario lo que no se aprende en ninguna parte”.
Qué era ese llamado, cómo se encuadra ese llamado en lo que hacemos hoy, en la vida docente de hoy, en la recuperación legítima de nuestras tradiciones, en la forma y en el fondo, porque es el fondo, la sustancia, la que dignifica las formas. Cuando las formas se convierten en pleno artilugio, merecen la censura de José Martí, cuando clama porque queden a un lado las universidades donde, por decadencia del pensar se enseña poco, tantos títulos y honores y se vuelvan a la raíz y esencia de las cosas.

El Historiador y Maestro Mayor del Colegio Universitario San Gerónimo, Dr. Eusebio Leal,  evocó cómo trabajaron para conformar esta carrera. / Foto Alexis Rodríguez

El Historiador y Maestro Mayor del Colegio Universitario San Gerónimo, Dr. Eusebio Leal, evocó cómo trabajaron para conformar esta carrera. / Foto Alexis Rodríguez

Lo más importante es el pensar. En este lugar, para nosotros altamente simbólico, la Basílica Menor de San Francisco de Asís, adjunta en su día a la de San Juan de Letrán en Roma, desacralizada luego y convertida en escenario de grandes eventos, ocurrieron en el horizonte del tiempo moderno cosas dignas de recordarse.
Aquí se hablaron por vez primera las lenguas indígenas del continente americano, para poder avanzar al norte, a la Florida y al sur, al Perú, a las altas cumbres donde se fundaron ciudades y pueblos y donde nacieron, a partir de la voluntad creadora, bajo la pula apostólica, en apostolatum  culmine, en la culmine del apostolado pontificio de la Universidad Dominicana, que no ejerció su derecho y sí, la Universidad de Lima, la de San Marcos, que tiene por tanto la primacía americana en el orden de la ejecutoria universitaria.
La nuestra, en 1728, lleva un título importante. Recuerdo cuando recibimos la copia facsimilar de la bula y dice exactamente igual: “En la cumbre del apostolado a eterna sapiencia, a la eterna sabiduría”. A eso estamos consagrados. El que nos enseñó el pensar, voz de José de la Luz y Caballero, que precisamente pasó años de su adolescencia estudiando en este lugar, pudo haber estado sentado en cualquiera de las butacas de esta aula en este momento. Objetos de él personales adornan esta sala, objetos del que fue el ilustre fundador del Colegio El Salvador, donde se formaron como en una artesa, la pléyade de maestros que siguieron la augusta tradición cubana, que pasa por Mendive y por Varona y debe llegar hasta nosotros con lozanía y frescura.

“Que se enseñe en el Colegio Universitario lo que no se aprende en ninguna parte”

Fidel Castro

Trabajar y trabajar, no fatigarnos nunca de ese menester, combatir y luchar porque predomine en la sociedad cubana, a la que aspiramos, el criterio martiano de hallar y alcanzar la más alta cantidad de justicia posible, haciendo sostenible en el tiempo y sustentable, el sistema social que el pueblo cubano escogió, luchando por una utopía que a lo largo de más de medio siglo, defendieron otros con la sangre, otros con la idea, otros sentados sobre el pupitre, tratando de trasmitir a los demás ese sentido de pertenencia, ese sentido de cambio epocal al cual la humanidad tiene derecho.
No nos asombremos porque todo pueblo tiene derecho a sus propios extravíos, a andar por un camino hasta encontrar el suyo propio. Es ese nuestro destino. El pueblo cubano, la Universidad, el alumnado, la juventud cubana, debe hallar en los ejemplos que se han proclamado, el verdadero y grande camino. Los saberes aplicados a una sociedad más justa, más equilibrada, más completa, más equitativa, en todos los aspectos, para eso es necesario estudiar, porque nadie da lo que no tiene. Me satisface, como decía hace un momento al magnífico Rector, que entre los que se gradúan hoy, están un grupo de jóvenes que recibí cuando ingresaron en la Escuela Taller, aún en la primera generación.
Cuando me preguntaban qué hacer respondí, se puede llegar, se puede llegar a través del bosque, encontrando un hilo de agua que nos llevará al río mayor, a través del afluente, y nos llevará al gran torrente, ese gran torrente es el estudio superior, visto como tal, como un ejercicio de preparación para servir. No nos cansemos nunca de servir. Nadie da lo que no tiene y por tanto, para dar hay que tener. Cuando se tiene dinero y se comparte dinero, queda menos. Cuando se tiene comida y se comparte, queda menos. Pero cuando se tiene sabiduría y se comparte, se multiplica. Y esa multiplicación del saber, que es la multiplicación del pan, que es la multiplicación del espíritu humano, es lo que el Colegio ha tratado de llevar en medio de nuestras imperfecciones, porque toda obra supone que sus creadores le otorguen y retraten en ella, -como el pájaro construye el nido- sus luces y sus sombras.
Pero qué difícil, o qué fácil resultaría asomarnos al mundo de las sombras, sin tener la capacidad de ascender allá, al punto supremo de la espiral, donde nada llega del fango y la sangre que cuesta hacer las grandes cosas. Es necesario involucrarse, es necesario entrar de lleno, es necesario batallar. Hace falta llevar en la mano como los antiguos, la mano de la justicia y la misericordia. Porque como decía el Doctor Ernesto Guevara, Comandante Ernesto Guevara de la Serna: “el hombre ha de serlo primero” y su salvación ha de ser nuestra preocupación. Y no hay errores, excepto uno mortal, que no pueda ser mitigado por su voluntad de superación y de cambio, y para eso se requiere la mano generosa, en el caso de la universidad, sostenidos todos, retenidos todos y abrazados todos por el Alma Mater que preside nuestra magna escalinata y que recibe con los brazos abiertos a todos los que entran en la “gran casa”.

“El pueblo cubano es como está en esta sala. Nadie puede modificarlo ni cambiarlo”, mencionó Leal al digirse a los recién graduados.

Por eso que en el día de hoy me complace que entre los graduados esté un grupo de alumnos de la Escuela Taller. Allí entraron rebeldes, porque no querían estudiar carreras. Se hace bien cuando se dice que los jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus padres. Se dice verdad. Y los padres venían todavía protectores hasta el último momento. Quiero traerlo, lo acompaño mañana. Decía yo siempre: “déjalo, que venga solo, que se abra camino”. Alfeñiques se convirtieron en Hércules en la herrería, jóvenes que se creyeron inhábiles en el trabajo de la mano -que no puede ejecutar sin que la inteligencia y el corazón lo mande- se convirtieron en artistas, y luego, de tener el dominio del fuego del trabajo, dijeron: “hace falta más ciencia”. Nosotros también así lo consideramos. Y cuando se decidió convertir la larga experiencia de la Oficina del Historiador, a partir de la obra de su predecesor maestro mío y de nosotros, de feliz memoria, el Doctor Emilio Roig de Leushenring, cuyo aniversario celebraremos en breve, recordamos en él esa voluntad, ese deseo y esa acumulación de sabiduría que mis colaboradores y los que han de venir mañana han atesorado y multiplicado por cientos y por miles.
Qué quiere decir, simple y sencillamente, que habiéndolo logrado y teniéndolo en la mano se dijo: “Convirtamos en ciencia la experiencia”. Y es que todos los días se ha de aprender y de colocar en el arco de nuestras vidas esa piedra clave que es el conocimiento y nuestra espiritualidad.
El pueblo cubano es como está en esta sala. Nadie puede modificarlo ni cambiarlo. Aquí está en todos sus matices, en todos los aportes que hizo la civilización universal a Cuba, en medio de este lago mediterráneo que es el Caribe, donde descansa la Isla de Cuba, su archipiélago y las hermanas Antillas. Esa es en definitiva la promesa. Que vivamos a partir de hoy y apliquemos lo que hemos conocido, primero a la Patria grande, a la que todo debemos, a nuestra madre amantísima, y repitamos aquellas palabras que gozaba Cintio Vitier en decir, cuando escogiendo un pedazo de un pensamiento martiano repetía, con la voz clara y bien timbrada del poeta: “qué dulcísimo misterio tiene esa palabra: cubana”.

 
Muchas gracias.

Centro HistóricoColegio Universitario San Gerónimo de La HabanaEusebio LealOficina del Historiador

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