Andar La Habana de la mano de Eusebio Leal

noviembre 24, 2003

Por: Alberto Salazar / Tomado de Cubarte

Todos los días los habaneros lo ven andar y desandar la ciudad con un paso ni apurado ni lento, zapatos cómodos y vestimentas sencillas y por lo regular claras, como exigen estas tórridas latitudes.

Sobre su buró hay una agenda sin espacios libres, pero él siempre halla un huequito donde encajar un paseo matutino por la villa de sus amores. No en balde cuando la televisión nacional le concedió un espacio semanal para que hablara sobre el pasado, presente y futuro de la ciudad, el programa se llamó Andar La Habana.

Y conste que lo llamaron a él no en razón de su cargo, sino porque no hay mortal en La Habana, en Cuba, fuera de Cuba, dentro de este planeta o en toda la Vía Láctea, y eso ya es mucho decir, que sepa más sobre esta ciudad cuya historia quizás no sea muy larga, pero sí lo bastante como para que uno se asombre de que pueda caber, quién sabe si íntegra, en la cabeza de este hombre que peina canas en lo más alto de su humanidad, pero no al lado izquierdo del pecho.

Porque Eusebio Leal –¿de quién más podía tratarse?– de La Habana conoce hasta donde el jején puso el huevo, como dicen los cubanos de quién se las sabe todas sobre una materia.

Hoy el Historiador de la Ciudad, o mejor Eusebio, como le dicen sus paisanos, ha pasado más trabajo que nunca para estirar la mañana, pues amén de los asuntos de rigor, paseada incluida, están los preparativos por el 484 aniversario de la villa, un encuentro con españoles amigos de La Habana, vale decir, de Cuba, y para colmo, una entrevista con Prensa Latina. La tarde será otra historia.

Es, pues, con un poco de remordimiento que lo sometemos a la tortura necesaria de un cuestionario que por razones de tiempo no pudo -andar La Habana- desde aquel fundacional 16 de noviembre de 1519 hasta el día de mañana. Lo lindo del caso es que él lo resolvió como si fuese lo más importante que había entre las apretadas líneas de su agenda.

-En 1982 la UNESCO declaró a La Habana Vieja Patrimonio de la Humanidad. ¿Puede decirse que en estos 21 años la ciudad se ha hecho más patrimonial y más de la humanidad?

Pienso que sí. En primer lugar porque ya La Habana no es La Habana de los habaneros, sino la de todos los cubanos. Y en segundo, porque ocupa el lugar 27 en el orden del patrimonio mundial. Una precedencia relevante considerando los cientos de sitios que son Patrimonio de la Humanidad. Al título lo antecedió y avaló una meritoria labor de la Dirección de Patrimonio Cultural (de Cuba), y fundamentalmente de la doctora Marta Arjona. Después, como antes, se ha luchado ardorosamente porque sea más conocida, más amada y más útil al desarrollo cultural, educacional y moral de nuestro pueblo. Y de la humanidad.

-¿Qué distingue al proceso de rehabilitación de La Habana Vieja de casos similares en el mundo?

Su vocación social. Generalmente, cuando se hacen intervenciones en ciudades históricas solo se aprecia el valor del patrimonio cultural edificado, en el contexto de una evaluación técnica, económica y financiera. Entonces los vecinos se ven marginados del proceso y otros sectores sociales ocupan ese vacío automáticamente.

Nosotros hemos querido que la restauración de ciudad se corresponda con lo que la Revolución tiene como proyecto nacional y como discurso ético, lo que se traduce en una participación popular, en un goce de los beneficios que la restauración supone. Lo cual no entraña que todos tienen necesariamente que quedarse a vivir en La Habana Vieja.

En el espacio del centro histórico viven más de 74 mil personas, algo incompatible con la restauración. Desde el principio dijimos que era necesario disminuir la densidad poblacional. Pero ha sido una disminución ordenada y conforme a cada área, según lo dispuesto en un Plan Maestro debatido a lo largo de años e inspirado en nuestro ideal de cómo debía transcurrir el proceso.

-Por razones de tiempo no vamos a pedirle un recuento de cuánto se ha hecho en La Habana Vieja, pero grosso modo…

Se ha hecho mucho. No puedo negar que la ciudad está cubierta como por un velo, un velo de necesidades, de urgencias, de emergencias… Lo meritorio es que está ahí. Otras ciudades se han perdido. En toda batalla hay bajas, y La Habana las ha sufrido y las sufrirá porque no podemos llegar a tiempo a todo. Pero lo que hemos hecho tiene un valor de ejemplo, un valor de símbolo. Y todo el mundo lo toma como punto de referencia.

Nosotros no hacemos fachadas. Cuando usted ve un edificio cambiado, lo esta por dentro y por fuera, porque lo que intentamos es cambiar las condiciones higiénico sanitarias y de vida en general. Hemos apoyado proyectos de iluminación, de redes de agua, de telefonía coaxial, de alcantarillado, de limpieza de jardines, de fuentes, de espacios abiertos, de museos, de peatonalidad… Y la suma de todo puede ser comprobada caminando por las calles del centro histórico.

-En más de una ocasión Ud. ha calificado dicho obra como -desafíos de una utopía-.

Sí, porque restaurar requiere dinero, dinero y más dinero, pero también una conciencia del porqué y para qué se hace. Luchamos por valores reales del urbanismo, de la arquitectura, de la arqueología, del arte, pero también por la identidad nacional, por bienes intangibles, por valores espirituales.

Todo esto tiene que basarse en un principio que siempre levantamos como bandera: al margen de la cultura, cualquier proceso de desarrollo lo que genera es decadencia. Tú haces un barrio nuevo, una ciudad nueva, sin proyectar fuentes, jardines, estatuas, nombres de calle ¿y en qué conviertes todo eso? En un arrumbadero de seres humanos.

Esto es diferente y por eso lo llamamos utopía. Y la utopía no es lo inalcanzable, es lo más noble a que puede aspirar una comunidad, una sociedad, la humanidad misma. Las utopías no son fantasías. Las fantasías son cosas sin fundamentos, las utopías son luchar por ideas.

-De los fondos destinados a la restauración de La Habana Vieja, ¿cuántos son generados por los mecanismos de que la propia ciudad se ha dotado, cuánto aporta centralizadamente el Estado, y cuánto proviene del exterior?

Del exterior agradecemos profundamente a la UNESCO y a las instituciones científicas y culturales internacionales que han auspiciado primero la declaratoria (de La Habana como Patrimonio de la Humanidad), y después proyectos puntuales de desarrollo y formación. Mas debemos decir con franqueza que casi todo lo hecho es resultado del empeño de la nación y de los mecanismos de que se dotó la ciudad.

Del exterior, lastimosamente, a La Habana Vieja también le han llegado zancadillas. Durante casi 44 años, el bloqueo de Estados Unidos, y más recientemente, las tensiones con la Unión Europea…

Todo eso pasará. Fidel ha dicho que estamos muy cerca de la orilla y no podemos agotarnos a estas alturas. El mérito consistirá en seguir actuando en el futuro de igual o parecida forma. Cuando esta batalla termine, otra comenzará. Y sí, no hay dudas de que el bloqueo nos ha creado dificultades en todos los campos: de comunicación intelectual, de intercambio de ideas y experiencias… Y de encarecimiento de materiales cuyo valor, ya alto de por sí, se eleva porque a veces debemos traerlos de países muy lejanos… Pero por delante de los perjuicios materiales, pongo los culturales.

En cuanto a la Unión Europea, siempre me ha gustado acumular los valores positivos y no los negativos. Hay lazos muy profundos no con lo que ahora llamamos Unión Europea, pues ésta no existe para nosotros desde el punto de vista histórico por ser algo muy contemporáneo, pero sí con los países que la integran. Igual puedo decir de los países de América Latina y de los propios Estados Unidos. Pero para nosotros existen España, Francia, Italia, Alemania…

España, por ejemplo, es fundamental para Cuba. De sus políticos podemos prescindir, pero de España no, porque ha tenido un significado muy grande en la forja de nuestra identidad. Duele una mala relación cuando está en la sangre y en el corazón. Pienso maravillado cómo después de terminada la guerra (entre la España colonial y Cuba) en 1898, llega 1936 y cientos de cubanos van a pelear por la República española y a morir por ella. Uno se pregunta qué razones nos llevaron allá si apenas 30 años antes nos habíamos enfrentado en una sangrienta guerra, y concluye que si lo hicimos fue por la otra España. A esa es a la que me refiero cuando digo que a España no podemos renunciar.

-Obligado a mencionar tres elementos sin los cuales La Habana Vieja no sería lo que es hoy, ¿cuáles mencionaría?

La voluntad de la nación de preservarla, en especial del compañero Fidel, que siempre participó y levantó la idea de salvarla sin venderla. En segundo lugar, el esfuerzo que hemos realizado. No voy a andar con falsas modestias: aquí se ha trabajado mucho, día y noche, sin reposo, tanto en hacer como en dar a conocer. Y sobre todo, la perseverancia en el empeño. Muchas veces he dicho que muchos fundan, pero pocos perseveran. Y no solo lo digo por Cuba.

-Algo que le duela de su quehacer en los últimos años…

Yo no soy el Historiador de La Habana Vieja, sino el de la Ciudad de La Habana, así que me duelen el (barrio del) Cerro que se cae, el municipio 10 de Octubre, donde hay tantos valores, Centro Habana, que sufre un deterioro infinito… Pero para ocuparse no está solo la Oficina del Historiador. La ciudad tiene sus propios medios, aquí están el gobierno, el Consejo de Administración… Pero debo ser consecuente y decir lo que pienso: es indispensable una renovación de los métodos y una apreciación más dinámica de los valores simbólicos de toda la ciudad, no sólo los de La Habana Vieja. Y esa, esencialmente, es una labor de los municipios, de las entidades territoriales y de la opinión pública.

-La ciudad cumple 484 años. ¿Algo especial para celebrarlos?

Hay un programa cultural cuya exposición nos llevaría el triple de tiempo que esta entrevista. Hemos impreso un folleto donde se detalla todo y antes de despedirnos se los entrego. Pero en estas ocasiones prefiero hacer como en el cumpleaños de mi madre: ese día es todos las horas, todos los días, todas las noches. Claro, el 16 (de noviembre) vamos a inaugurar obras en la Plaza Vieja, en las calles Obispo, Amargura, San Ignacio, Mercaderes… Lo importante es que pase el 16 y que vengan el 17, el 18, el 19… No trabajamos para cumplir metas o compromisos, sino para todos los días y aspirando a la perfección.

-En medio de su escaso tiempo, ¿ha podido escribir algo a modo de legado para las venideras generaciones de habaneros y cubanos?

Escribí un libro, titulado Para no olvidar, cuyo primer tomo ya entró en circulación. El segundo, una especie de testamento a las generaciones futuras, aparecerá pronto. Ahí está lo que se ha hecho, cómo estaba, cómo está ahora y cómo deberá estar en el fututo. Pienso que más importante que un plan –los planes se modifican, las leyes se borran, las cosas que hoy decimos sí, mañana pueden ser no-, es la toma de conciencia. Y creo que ya esa toma de conciencia social y pública es irreversible. 

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Historiador de la Ciudad de La Habana 2011
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