Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Por: Patricia Grogg y Dalia Acosta / Tomado de Cuba a la mano
Historiador de la Ciudad de La Habana desde 1967, Eusebio Leal ha estado vinculado al proceso de recuperación del centro histórico de La Habana Vieja desde que, en ese mismo año, comenzaron los trabajos de restauración del Palacio de los Capitanes Generales, sede del Museo de la Ciudad. Cuarenta años después, Leal sigue encabezando uno de los proyectos de desarrollo más dinámicos de esta isla caribeña, no sólo por su impacto tan visible en el patrimonio, sino también por su contribución paulatina y constante a las condiciones de vida de las cerca de 67 mil personas que viven en la zona.
Este es, quizás, el único sitio de Cuba donde no pasa un mes ni un año sin que sus habitantes vivan un nuevo cambio de su entorno. Mientras algunas de las primeras edificaciones restauradas ya ameritan retoques, la oficina trabaja en la compleja reparación del Teatro Martí, tiene un verdadero “ejército” de restauradores en la azotea del antiguo Centro Gallego de La Habana, convierte una inmensa nave de los almacenes del puerto habanero en una sede de lujo para el mercado de artesanías del Centro Histórico y emprende obras sociales para beneficio de la comunidad, como la nueva instalación de viviendas protegidas para personas adultas mayores o un centro de atención para pacientes de Alzheimer.
Desde la declaración de La Habana Vieja como Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (UNESCO), en 1982, muchos han sido los reconocimientos internacionales a la labor que, pese a no pocos obstáculos, ha sabido encaminar la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Sólo el pasado año, el proyecto de rehabilitación del Centro Histórico habanero obtuvo el premio Reina Sofía de Conservación y Restauración, de la Agencia de Cooperación Española. En tanto, Leal recibió el pergamino de honor ONU-Hábitat 2007, por su minuciosa dedicación a la restauración y conservación de La Habana Vieja.
Con toda la prioridad puesta en esa zona de la capital cubana, el historiador mira cada día más a esa otra ciudad que fue creciendo fuera de las antiguas murallas y que hoy reclama a gritos una intervención urgente. Necesitaría varias vidas para salvarla, reconoció en entrevista a IPS, vía correo electrónico.
Usted conduce las obras del Centro Histórico de La Habana desde hace varias décadas. ¿Cuánto se ha avanzado? ¿Hay mucho por hacer todavía? ¿Tiene un plazo para decir que La Habana Vieja ya está restaurada?
Desde 1981, la Oficina del Historiador está coordinando, por mandato del Estado cubano, la obra rehabilitadora del Centro Histórico. Fue cuando empezaron los planes quinquenales de restauración. Pero yo estoy involucrado en este proceso desde hace exactamente cuatro décadas, cuando comenzaron las del Palacio de los Capitanes Generales, en diciembre de 1967.
Desde entonces hasta la fecha se ha trabajado mucho, con grandes esfuerzos y contra no pocas adversidades, pero el resultado está ahí y, más que yo mismo, los ciudadanos son los que lo valoran con esa sabiduría de lo popular.
Ya hemos restaurado un sector muy importante del Centro Histórico: cuatro de las cinco plazas principales y toda la madeja de calles que las entrecruzan y conectan están prácticamente recuperadas. Hoy se puede dar un largo paseo por un área que, además, se ha peatonalizado, lo cual favorece la apreciación de las perspectivas y facilita el trasiego de las personas, sin el peligro de los automóviles y sin su contaminación.
Pero aún falta mucho por hacer. Si traspasamos las fronteras de lo restaurado, quedan muchas viviendas por rehabilitar, falta recuperar la Plaza del Santo Cristo del Buen Viaje; el Paseo del Prado, donde ya estamos trabajando en algunas edificaciones. Siempre he dicho que necesitaríamos varias vidas más para poder adelantar la obra y nunca sería suficiente, pues reparada La Habana Vieja estaría La Habana toda, la gran ciudad que ya habría que comenzar a restaurar, pues es preciosa, casi única en el panorama mundial actual en cuanto a los valores conservados que, aunque extremadamente degradados, están ahí, esperando la oportunidad para ser recuperados.
La vivienda es un serio problema de la capital de Cuba. ¿Cuáles son los planes, en este sentido, para la población del Centro Histórico?
El problema de la vivienda es el más grave de La Habana Vieja y su solución no es fácil. Trabajamos en varias direcciones y existen diversos programas que van desde las acciones de emergencia hasta la construcción de nuevas viviendas, dentro y fuera del Centro Histórico.
También se rehabilitan antiguos palacios que, habiéndose transformado hace muchas décadas en ciudadelas hacinadas, renacen como casas de apartamentos, como los recuperados en la Plaza Vieja.
Pero son muchas las familias necesitadas. Por hablar de algunas cifras, según el último censo de población y vivienda, realizado por el Plan Maestro, aproximadamente la mitad de las 22.000 viviendas que hay en el territorio están en ciudadelas —es decir, unas 10.000—, y cuando se rehabilita un inmueble que está tugurizado y se convierte en un lugar con apartamentos espaciosos, cómodos, donde la familia puede vivir según mandan la tradición y los hábitos, al menos queda en la mitad de las viviendas. Así es que estamos hablando de que se necesitarían construir alrededor de 5.000 domicilios.
Otro aspecto es que tenemos muchos adultos mayores en el territorio y estamos construyendo casas protegidas para la tercera edad, donde las personas guardan su privacidad en confortables apartamentos, a la vez que tienen asegurada una atención especializada. Igualmente se realizan mejoras en las viviendas cercanas a una obra estratégica que se esté restaurando, como obra inducida por la inversión principal, reparándose muchas de ellas por este concepto.
Pero la idea central que nos anima es la de un centro histórico vital, es decir, donde la vivienda juegue un papel fundamental y, por supuesto, todos los servicios asociados al hábitat. Por eso hemos restaurado escuelas, centros de salud generales y especializados y trabajamos intensamente con la comunidad asentada en la zona.
El programa de la Oficina del Historiador va más allá de la mera reconstrucción del Centro Histórico e incluye acciones de amplio alcance social para beneficio de sus habitantes. ¿Cuáles son las principales líneas de trabajo en este momento y los planes? ¿Conoce iniciativas similares en el mundo? ¿Cuán sui géneris hace esta característica al proyecto cubano?
El proyecto de rehabilitación del Centro Histórico es integral y para nosotros es fundamental este concepto porque implica no sólo rehabilitarlo desde el punto de vista físico, su patrimonio construido, sus espacios públicos, sino también desde la óptica social y económica.
La participación de los ciudadanos en la recuperación de su propio patrimonio, en la comprensión de sus valores, en su disfrute y las múltiples opciones socio-culturales que se ofrecen es para nosotros un objetivo fundamental. El proceso de recuperación ha generado cerca de 12.000 puestos de trabajo y prácticamente la mitad de ellos son ocupados por residentes de la propia Habana Vieja o de los municipios vecinos que se han vinculado a las empresas constructoras, a los servicios culturales o a empleos relacionados con el sector del turismo y terciario en general.
En el antiguo Convento de Belén se desarrolla un proyecto de carácter social y humanitario sin precedentes. Allí se atienden las necesidades de miles de adultos de la tercera edad, de niños de la comunidad, de personas discapacitadas, llegando, inclusive, a los propios hogares de aquellos que, por ciertas limitaciones, no pueden asistir a la gran cantidad de actividades que allí se realizan diariamente.
El proyecto tiene un alcance social muy particular y eso lo ha distinguido a nivel internacional con respecto a otros, aunque habría que señalar que existen algunos casos en Latinoamérica que han trabajado de manera muy acertada, como es la ciudad de Quito, en Ecuador, o Morelia, en México, por solo citar dos ejemplos.
La Oficina del Historiador promovió, en 2007, una desparasitación masiva de perros callejeros, y especialistas de la zona han hablado de la posibilidad de emprender un programa más amplio para el cuidado de los animales que viven en la ciudad. Sin embargo, un plan de protección a estos animales puede ser costoso, no siempre se considera una prioridad en los planes urbanos y es más fácil acudir a las vías tradicionales de eliminaciones masivas. ¿En qué consiste la propuesta de la oficina y cuáles las posibilidades reales de echarla adelante?
Hay una tradición muy arraigada en La Habana de cariño hacia los animales en general. Resulta extraño que una familia no tenga un perro o un gato, o un pájaro… las palomas.
Pero también hay muchos perros que deambulan y se han convertido en parte de la escena urbana, los famosos perros callejeros, y a ellos también hay que darles una atención. Cada casa-museo, cada jardín, han acogido a uno de ellos y los amparan de cierta manera, es parte del amor a la naturaleza que intentamos transmitir como un mensaje de civilidad. También se organizó la campaña de vacunación y se trabaja en un asilo canino, adonde serán llevados los perros sin dueño para darles tratamiento y amparo mientras aparece alguien que los quiera adoptar como mascotas.
Al visitante que llega a la parte restaurada de La Habana Vieja, desde Centro Habana o el populoso 10 de Octubre, por citar dos sectores de la ciudad necesitados de reconstrucción a fondo, le parece que está viendo otro mundo. ¿Tiene la oficina proyectos para extender la acción restauradora a otros puntos de la capital? ¿Cuenta con algún diagnóstico del estado real de la ciudad y lo que se necesitaría para enfrentar el deterioro? ¿Habría tiempo para salvar la ciudad que conocemos hoy?
Es cierto que existen grandes diferencias entre la zona recuperada de La Habana Vieja y otras de la ciudad que no han sido beneficiadas con programas como el nuestro. También es cierto que se trata de lugares valiosísimos, urgidos de acciones inmediatas para su salvaguarda.
Las calzadas aportaladas son una característica que, posiblemente, sea única en el urbanismo americano; la elegancia de barriadas como el Vedado, la Víbora o Miramar, con esa sabia integración del jardín privado y el jardín público y sus mansiones eclécticas, que no sufrieron los embates de la especulación inmobiliaria; Centro Habana, con sus grandes corredores comerciales, o los poblados ya conurbanos de Regla, Casablanca y Guanabacoa…
La ciudad de La Habana es un paradigma de urbe para las tendencias más actuales del nuevo urbanismo, que promueve los valores de la ciudad tradicional frente a los nuevos desarrollos en suburbios segregados, y es una ciudad humana, amable, el producto más genuino de varios siglos de transculturación que ha sobrevivido a desastres naturales y a los provocados por la falta de mantenimiento y la sobreocupación. Ella está ahí, deteriorada, pero conservada en su esencia como el producto cultural más complejo producido por las generaciones que nos antecedieron y que tenemos el deber de legar a la época futura.
Fuera del Centro Histórico, la Oficina del Historiador trabaja en dos sectores del vecino municipio de Centro Habana, el Malecón tradicional y un área del Barrio Chino; allí se aplican los mismos criterios de desarrollo integral y socio-económico.
También la oficina ha contribuido con la restauración de espacios públicos y edificaciones emblemáticas en otros sectores de la ciudad, destacándose algunas antiguas mansiones del Vedado, actualmente sede de prestigiosas instituciones (Cancillería, Dirección Nacional de la FMC, Casa de la FEU, Facultad de Derecho, etc.), la casa de las tejas verdes en Miramar, las Escuelas de Arte en Cubanacán o la Finca la Vigía, por sólo mencionar las obras más recientes.
Actualmente nos encontramos haciendo un levantamiento de la imagen del deterioro de los diferentes barrios, con el objetivo de sensibilizar y aunar voluntades para la recuperación de esta preciosa ciudad que hemos heredado y que estoy seguro de que seremos capaces de reanimar en gran medida, a partir de los esfuerzos y la creatividad con que seamos capaces de asumir esas labores, en un acto de justicia para con todos los cubanos que merecemos una capital digna y bella.
Un decreto-ley de octubre de 1994 concedió a la Oficina del Historiador capacidad de crear un sistema de desarrollo económico en el Centro Histórico de La Habana Vieja que le permitió sustentarse, aun en las condiciones de crisis de esa década. ¿Cómo han impactado en esa capacidad de autogestión las medidas de centralización adoptadas unos diez años después? ¿Puede aún la oficina recabar sus propios recursos y utilizarlos según sus necesidades? ¿Es sustentable y rentable la conservación del patrimonio de La Habana Vieja?
La Oficina del Historiador conserva toda la capacidad que le fuera otorgada por el Consejo de Estado mediante el Decreto-Ley 143 de octubre de 1993. Ha desarrollado un proyecto autofinanciado e integral, que ha sido altamente valorado, tanto por la máxima dirección del país como por los propios ciudadanos y por la comunidad internacional.
El proyecto ha recibido más de una decena de premios, entre los que se encuentran el que otorga HÁBITAT UN y el Premio Reina Sofía, por sólo citar los dos últimos recibidos este año. En 2004, nuestra iniciativa fue evaluada por expertos de la UNESCO y fue considerada como una plataforma de innovación y una experiencia a ser considerada mundialmente.
¿Es decisiva la cooperación internacional en este trabajo? ¿De dónde proviene fundamentalmente? ¿Cómo impactó la interrupción de la cooperación de España y qué espera de su reciente reanudación?
La cooperación internacional es algo que siempre agradecemos, pues nos permite ampliar nuestros esfuerzos, sobre todo en los proyectos de corte social, que son aquellos a los que generalmente apoya. Mucho se ha hecho en materia de gestión de la cooperación internacional y también hemos aprendido a diversificarla; hoy es más descentralizada, más multilateral, en una estrategia que permite no depender exclusivamente de la bilateral, que está muy sujeta a las coyunturas políticas.
Fue muy importante para la aplicación de estos nuevos conceptos la entrada al país, en 1998, de un programa de cooperación del PNUD, el Programa de Desarrollo Humano a Nivel Local (PDHL).
En el pasado reciente tuvimos dificultades con la cooperación española bilateral y uno de los principales proyectos que se vio afectado, de amplia repercusión social, fue la Escuela Taller, con la suspensión de la cooperación para su desarrollo, pero nosotros asumimos inmediatamente los costos de ese centro y, es más, hoy día hemos creado otras dos escuelas taller con cooperación descentralizada. Pero en aquella época de dificultades por la vía bilateral, se abrieron otros caminos con las autonomías: el País Vasco, Andalucía, el Principado de Asturias, entre otras, y también con la academia, en fin, que la cooperación con la península se mantuvo de alguna manera.
El corte con la cooperación bilateral italiana también tuvo su repercusión negativa en La Habana Vieja, pues se suspendió la aprobación de un crédito de ayuda al desarrollo, importantísimo, que hubiera significado que hoy día estuviese prácticamente recuperada la Plaza del Santo Cristo del Buen Viaje. Sin embargo, una gran cantidad de entes descentralizados italianos, regiones y provincias mantuvieron sus relaciones de cooperación con el Centro Histórico. Por otra parte, se mantuvo la cooperación belga y pudimos cofinanciar viviendas de interés social y otros proyectos estratégicos. Igualmente ha sido muy importante la cooperación suiza. Desde que estamos aplicando nuestro modelo de gestión descentralizado, hemos logrado movilizar algo más de 22 millones de dólares de la cooperación internacional.
Sin dudas, el reconocimiento del esfuerzo realizado y la integralidad de la obra de rehabilitación del Centro Histórico, con el otorgamiento del Premio Reina Sofía, es un signo de buena voluntad y estamos convencidos de que volveremos a reanudar nuestras relaciones de cooperación con España, con más bríos.
El turismo es una industria necesaria para las economías, pero también tiene su costo, inclusive para los habitantes de los lugares de atracción para los viajeros. ¿Cómo ha sido en el caso de La Habana Vieja? ¿Cree que ha logrado sortear el lado depredador del turismo? Pienso no sólo en el daño a los bienes materiales, sino también en el efecto que tiene sobre las personas, en un país como Cuba donde la gente tiene tantas dificultades de orden material.
Se ha hablado del turismo como de la “industria sin chimeneas”, es decir, no contaminante, pero somos conscientes de que puede contaminar algo que es fundamental, la conciencia de los individuos.
En nuestros países del tercer mundo, el turismo es siempre un encuentro entre desiguales, indiscutiblemente, pero debemos saber aprovechar las ventajas que también ofrece. En un país insular, de natural curioso, pues la noticia de lo otro siempre viene del más allá, se desarrolla una cultura de la hospitalidad y la concordia y esos son los rasgos del nacional que debemos exaltar.
Las diferencias —enormes desde el punto de vista económico— que existen entre los que acá vivimos y los que nos visitan, hemos tratado de conciliarlas extendiendo nuestro trabajo al campo de lo social y lo cultural. Mejorando dentro de lo que podemos los servicios a la población, creando ofertas culturales, enseñando a todos —y principalmente a los niños— que el que nos visita no es una persona a la que hay que sacarle el dinero inmisericordemente, sino que es portador de otra cultura, de otras formas de vida, de otros puntos de vista y, como tal, hay que saber aprovechar la ocasión del encuentro para enriquecernos mutuamente, pues ellos también quieren conocer cómo somos, qué patrones culturales nos distinguen y, afortunadamente, pienso que en gran medida se logra, pues ante la pregunta imprescindible de qué fue lo que más les gustó de nuestro país, generalmente contestan que su gente.
Cuando uno camina por calles como Obispo encuentra no sólo el puesto privado de venta de sandwich, sino galerías de arte o de artesanías, todas en casas privadas. ¿Cuál es la política de la Oficina del Historiador hacia la iniciativa privada? ¿Hay regulaciones especiales para el Centro Histórico en el caso del trabajo por cuenta propia y de este tipo de espacios?
En el Centro Histórico existe un gobierno constitucional que es el Consejo de Administración, al cual corresponde el dictar una serie de medidas que garanticen el derecho de todos, sin perjuicio de terceros. La oficina orienta; es más, consideramos que la práctica o el ejercicio de los trabajos de arte o artesanía son inherentes a la revitalización social y económica de esa parte de la ciudad.
Existe una preocupación, y no lo niego, porque las viviendas y espacios comunes de edificios multifamiliares se han ocupado indiscriminadamente por algún tipo de actividad o negocio que, al final, convertiría el territorio que nos interesa en una olla de grillos.
Sobre esto trabajaremos en las próximas semanas y los primeros meses del año, partiendo de que toda acción honesta debe ser permitida, pero también regulada, y que en lo que se refiere a alimentos ha de cuidarse esencialmente el interés mayor de la salud pública.
¿Qué retos presenta el alto índice de envejecimiento de la población cubana para las ciudades? ¿Se está tomando en cuenta ese fenómeno en el diseño de los planes de restauración?
En nuestro caso sí se tiene en cuenta. El Plan Maestro ha realizado investigaciones y censos de población y vivienda y somos conscientes de que hay muchos adultos mayores en nuestro territorio. Para ellos creamos programas especiales; por poner un ejemplo, sólo en 2006 atendimos a más de 100.000 personas de este sector etario. También tenemos un plan de residencias protegidas para la tercera edad, que va conformando un sistema en el Centro Histórico.
En el mundo en desarrollo, las ciudades están creciendo de manera acelerada. Se estima que hacia 2030 las ciudades de los países en desarrollo albergarán 80 por ciento de la población urbana del mundo. ¿Están o no preparadas las ciudades latinoamericanas y caribeñas para tales crecimientos? ¿Considera este fenómeno de crecimiento acelerado de las ciudades una amenaza para la conservación del patrimonio histórico? Si es así, ¿qué retos enfrentarán los restauradores del futuro?
Yo pienso que, en general, no están preparadas. Hay muchas ciudades de la región que están rodeadas de periferias enormes, caracterizadas por viviendas precarias, sin solución a las redes de infraestructura ni acceso al agua potable, que son problemas medulares de una ciudad, sin contar otro gravísimo problema que es el de la movilidad.
También hay un regreso a los centros tradicionales, pues las ciudades no pueden extenderse más y ahí está latente el peligro de un retorno inconsciente al Centro Histórico, que puede ser entendido sólo en su dimensión de lugar privilegiadamente céntrico, y si no hay control sobre los procesos inmobiliarios o del mercado de suelo pueden correr suertes terribles. Ya en algunos casos latinoamericanos se han perdido para siempre los centros históricos con los auges desarrollistas de las décadas sesenta y setenta.
Aun entendiendo la dimensión cultural de los centros históricos, estos procesos especulativos pueden también traer consigo el desplazamiento de la población y de los problemas de marginalidad, que caracteriza a muchos de ellos, a otras zonas de la ciudad, obteniéndose así preciosos centros históricos, bellamente restaurados, pero vacíos de contenido y tradiciones, al cambiarse la sociedad que los habitaba o resultar, en el peor de los casos, segunda residencia de quienes adquieren las lujosas casas reparadas.
Los restauradores —no del futuro, si no ya los del presente— tienen un gran reto que enfrentar, un compromiso de mantener los edificios, los espacios públicos y la esencia plurifuncional y multisocial que debe caracterizar a un centro histórico que se recupere responsablemente. La visión integral y transdisciplinaria de su recuperación debe ser una premisa fundamental a tener en cuenta, así como la participación de la ciudadanía en la toma de las decisiones primordiales.
¿Ha pensado cómo sería La Habana bajo un sistema político similar al del resto de la región latinoamericana y caribeña? ¿Cómo será cuando su generación ya no esté y sean otros quienes estén a cargo del país?
Las leyes se pueden cambiar, los más sagrados compromisos pueden ser olvidados, pero cuando una comunidad humana asume como parte de su entidad y de su propia cultura una obra de tal magnitud, es muy difícil echarla a un lado. Los pueblos y las naciones que pierden tales valores no merecen existir.
Yo tengo confianza y una verdadera esperanza en que el legado social y cultural de nuestro tiempo prevalecerá.
¿Qué pensamiento le asalta ante cada nuevo premio internacional que recibe por su labor?
No sería innoble repetir las palabras de José Martí que otros cubanos, con méritos muy superiores, han hecho suyas: “Todas las glorias del mundo caben en un grano de maíz”.
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