Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Por: Ericka Montaño Garfias / Tomado de La Jornada
El reto inmediato que enfrenta Cuba para la conservación de sus edificios históricos son los embates de la naturaleza, por lo que no descarto que en los próximos años se realicen construcciones para reducir los daños de los huracanes, señala el historiador Eusebio Leal Spengler, quien desde hace varias décadas es el responsable de la restauración del Centro Histórico de La Habana, trabajo que ha merecido reconocimiento internacional.
Tan sólo en las semanas recientes dos huracanes, Ike y Gustav, llegaron a la isla caribeña, y obligaron al desalojo de 2 millones de personas en todo el país y 3 mil personas sólo en La Habana Vieja, indicó el director del Museo de la Ciudad, en un correo electrónico enviado a La Jornada en respuesta a la solicitud de informes sobre los daños causados por los dos meteoros.
Sin embargo, añade el investigador, “la capacidad organizativa del pueblo cubano ha minimizado los daños a las vidas, pero no así a la naturaleza doblegada por fuerzas terribles, el deterioro es inmenso. En la parte histórica, agravios mínimos”.
Creer en la utopía posible
Leal Spengler visitó México recientemente para ofrecer una conferencia magistral en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), acerca de su trabajo de restauración de edificios en el casco viejo de la capital cubana.
Un sueño que, dijo, “comenzó cuando tenía 17 años” y que ahora ha convertido inmuebles que estaban en ruinas en hoteles, escuelas, comercios, casas habitación, centros de salud mental y para la tercera edad, e incluso está yendo más allá de la ciudad antigua para trabajar en otras zonas, como El Vedado.
La conservación del patrimonio “es el fruto de la cultura. La Revolución sola es hija de la cultura y de las ideas, como dijo Fidel (Castro), y es verdad. Se necesita cultura para que los gobiernos se interesen en la conservación de su patrimonio. La cultura no es sólo conocimiento, es la sensibilidad ante los grandes problemas humanos.
“La cultura es poner el corazón cerca del latir popular. La cultura no es solamente lo que está edificado, sino lo que está dicho, lo que está escrito, lo que flota en el aire como una noción del bien, pienso que eso es muy importante.
“Es un poco la búsqueda de una ética universal que coexista con todos los seres humanos y que nos permita creer que la utopía es posible.”
Don Eusebio creyó en esa utopía desde muy joven y, recuerda, “nadie creía en lo que estaba haciendo; me veían caminando por la calle jalando un carro con una viga, la gente decía que estaba loco. Siempre he dicho que en mi país y en otros lugares el primer reconocimiento al talento aplicado es que te digan que estás de remate, sobre todo cuando inmediatamente después dicen: ‘sí, pero es muy trabajador’”.
La charla con los estudiantes de la UNAM se volvió una confesión: tuvo que dejar la escuela cuando tenía aprobado el cuarto año de primaria. “No pude volver a la primaria, ni a la secundaria ni fui bachiller; tuve que limpiar cristales de automóviles y limpiar casas”, pero al llegar la Revolución se abrieron escuelas para los trabajadores, circunstancia que aprovechó, y después continuó estudiando de manera autodidacta hasta que, un examen especial, le permitió cursar la licenciatura en historia. “A partir de ahí, todo”.
Desde 1968, Eusebio Leal Spengler se encarga de la Oficina del Historiador de La Habana; desde 1981 es responsable de la restauración del Centro Histórico, que en 1982 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
En 1990, dijo en la conferencia, “el Estado le dio a la institución y en un decreto, en medio de la más profunda crisis que vivió el país, la capacidad de po-seer patrimonio, es decir, le dio bienes patrimoniales, edificios del gobierno, bienes de manos muertas; la municipalidad lo hizo igual, de tal forma que se creó un fondo inmobiliario para esto. El Estado concedió un préstamo inicial de un millón de dólares, que para mí era una fortuna –nunca había visto tanto dinero–, que años después convertimos en tres y después en 110 millones, del cual de una forma fuimos creando, comprando edificios en ruinas.
“En la medida en que el proyecto fue diseñándose fueron surgiendo dos cosas: el patrimonio cultural es la primera línea de sucesión de todo lo que se trate; y, la segunda, crear un plan maestro para diseñar el uso de suelo. A partir del censo, conocimiento, planificación, crear un orden jurídico para el Centro Histórico con ordenanzas nuevas, con una capacidad de administrar viviendas, no supliendo la autoridad del gobierno local.
“Hoy nosotros financiamos al gobierno local, es decir, que la Oficina del Historiador, mediante sus 16 hoteles, 75 comercios y otro tipo de actividades que son de origen público tienen la posibilidad de tomar esas actividades, que son auditadas por el Estado pero no van al Estado, sino que nosotros mismos podemos hacer la planificación de nuestra inversión.”
La humanidad como patria
La Oficina del Historiador debe, por ley, ayudar a la comunidad, así que se crean escuelas nuevas y centros para minusválidos, enfermos, etcétera; cuenta además con una emisora de radio, una editorial propia, una revista, un periódico digital. “Es decir, una pequeña ciudad-Estado griega utópica”, indica Leal Spengler.
Se han realizado trabajos de restauración en lugares como las plazas de Armas o la de San Francisco, edificios que estaban en ruinas son ahora museos, como el de Ciencias Naturales, de Arte Nacional y de Arte Contemporáneo, o centros educativos como en el que ahora se imparte la carrera de gestión y preservación del patrimonio cultural (en ese sitio se encontraba un edificio histórico que fue demolido para construir un helipuerto en 1957 y ahora se reivindicó su función) o aquellos en los que se enseñan oficios, como carpintería y herrería; el Café de la Marina, la Plaza Vieja y el Barrio Chino. Edificios ahora convertidos en salas de conciertos, oficinas, escuelas, viviendas, o un inmueble del periodo Eiffel de 1885 que albergará un teatro, centro de artesanías, cafetería y juegos infantiles; o un centro de salud mental para el tratamiento de enfermedades que se adquieren por adicción; escuelas de ballet o de gastronomía.
“Este proyecto se sustenta en la capacidad económica del Centro Histórico que genera recursos mediante el turismo y el comercio, que son entregados automáticamente a la restauración. Quiere decir que la Oficina del Historiador gestiona el proyecto, lo sueña, lo diseña, lo construye, lo administra.”
Con estos trabajos “queremos asegurar que tengamos ese orgullo de humanidad; no el orgullo aldeano que cree que la aldea es el centro del mundo, sino ese orgullo de considerar patria a la humanidad, de sentir como dolor cualquier dolor ajeno, de que lo que hacemos modestamente pueda servir como una motivación, pero sobre todo recuerden que no hay futuro sin pasado”.
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