Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Como una peregrinación obligada para todo cubano que pise tierra estadounidense de La Florida, el Historiador de La Habana, Eusebio Leal Spengler, ha recorrido por estos días los sitios donde pueden seguirse claramente las huellas históricas de los líderes patrios.
En Ybor City, la barriada más antigua de Tampa, caminó por las mismas calles donde José Martí, en el siglo XIX, trabajó entre el gremio tabacalero de emigrantes para recaudar fondos y unir voluntades en torno a la causa independentista de Cuba.
Acompañado por un gran conocedor, el Doctor Emiliano Salcines, evocó el paso del Apóstol por una ciudad que visitó veinte veces en un período de de tres años. “Pueblo fiel – el pueblo educado – donde aprenden a pensar en la misma mesa donde se ganan la vida” – así describió Martí a las mujeres y hombres que conoció, especialmente a los relacionados con las lecturas de tabaquería y a los lectores que se encargaban de desarrollar en ellos sobresalientes competencias intelectuales. Ellos aportaron según sus ingresos, los fondos que recaudados centavo a centavo, contribuyeron a sustentar las luchas emancipadoras contra la corona española.
Más de doce monumentos recuerdan al prócer cubano; según Salcines, están identificados una estatua, dos bustos, doce indicadores de lugares históricos, un centro de ayuda mutua, una calle, un mural y el Cementerio de Tampa Oeste que originalmente se nombraba Cementerio Martí. Pero de mayor significado resulta la memoria atesorada por una villa donde la presencia del eminente político, poeta y escritor, tiene expresiones íntimas y espirituales que se descubren en cada conversación con la comunidad cubana residente y los norteamericanos que por siglos han recibido este conocimiento como un legado familiar.
Fue un 26 de noviembre de 1891, cuando Martí conoció a Martínez Ybor y a su esposa, durante su primera visita a Tampa, once años después de su primer viaje a Estados Unidos cuando arribó a Nueva York, donde devino imprescindible articulista y crítico de arte del periódico New York City Sun, propiedad del periodista y editor Charles A. Dana.
Ante los fieles a Cuba que se congregaron en el parque consagrado a José Martí frente a la antigua tabaquería que hoy se señaliza como Martínez Ybor, Eusebio Leal recordó que el héroe cubano vivió esos quince años en Estados Unidos – más tiempo del que pudo permanecer en Cuba, perseguido por su temprano compromiso político. Nos ilustró el Apóstol sobre los grandes hombres y acontecimientos de una nación que como pocos hombres, conoció íntimamente e interpretó con lucidez.
Al pie de la efigie de Martí, depositó flores el Historiador de La Habana este diez de octubre de 2015, fecha asociada al alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes desde su ingenio La Demajagua y al inicio de la nombrada Guerra de los diez años. Se trata hoy de un jardín hermoso en sustitución de la otrora casa Pedroso, que perteneció a sus dos grandes amigos Ruperto y Paulina Pedroso, quienes le ofrecieron hospedaje seguro tras el intento de envenenamiento que sufrió el Apóstol en diciembre de 1894 por dos cubanos plegados al poder colonial que le brindaron un vino de extraño sabor.
Al decir de Salcines, salvó su vida milagrosamente tras haber sido atendido con rapidez por el Doctor Eduardo Barbarrosa y luego amorosamente cuidado por los Pedroso, residentes en la Octava avenida y calle 13, donde hoy se emplaza el Parque Martí. Cuentan que los cubanos patriotas velaron siempre su sueño en la calle, relevándose en turnos de guardia y que podía escucharse en el silencio de la madrugada, proveniente de la humilde casita, el rasgar infatigable de su pluma sobre los papeles donde los trazos dejaban grabados para la posteridad sus ideales políticos.
El Himno Nacional cubano, cantado por los presentes, otorgó solemnidad al evento que se convirtió en expresión de unidad de los patriotas cubanos dondequiera que se encuentren. Leal recordó que fueron precisamente los tabaqueros y los jóvenes estudiantes quienes bautizaron como El Apóstol de Cuba: “Apóstol es el que lleva la idea, el que la transmite, el que enciende en el corazón de los demás un sentimiento hacia la causa que defiende. Martí fue un profeta anticipado de su época. Vivió muy poco tiempo. Tan poco como vive una mariposa. Ese tiempo lo dedicó a alcanzar una grande y variada cultura, a desarrollar un talento literario que solamente se compara con su grandeza moral y su voluntad de dedicarse a Cuba. Creyó en la posibilidad de convencer a los que no creían y de acercarse a los que nadie consideraba: a los más pobres y a los más tristes; a los que estaban emigrados lejos de su patria. Sin embargo, logró unirlos fuertemente”.
“Tuvo incontables enemigos para esa causa – aseguró Leal. Dentro de los propios cubanos muchos tenían opiniones diferentes, reñían unos con otros. Y fue él quien único logró unirlos en la base y convertirse en el representante de todos. Un hombre demasiado joven al que muchos acusaban de no tener experiencia y de no haber combatido, ignorando los sufrimientos del temprano presidio, el apartamiento de su hogar, su destierro en España y más tarde, sus largos recorridos para terminar pasando quince años de su vida en los Estados Unidos”.
Su austeridad y su entrega estoica pueden compararse según Leal, con aquella del hombre que murió no lejos de Tampa, en San Agustín de la Florida: el padre Varela, el Santo de los cubanos. En 1853, año en que falleció alejado de su patria, nacía en La Habana José Martí, fiel seguidor de sus preceptos.
“Martí vive en el corazón de los cubanos y en la realidad unitaria de Cuba – afirmó el Historiador –, que está más allá de sus fronteras y de las diferencias que no sean aquellas que conviertan en irreconciliables las ideas. Venimos en nombre de los cubanos y de los norteamericanos que nos acompañan en nuestra travesía, porque sin norteamericanos amigos, Martí no habría podido vivir aquí tantos años. Y sin españoles amigos como los de sus padres tampoco podría haber vivido aquí por mucho tiempo.
“Martínez Ybor – cuyo nombre se perpetúa en el de Ybor city – no había nacido en Cuba, era valenciano como Don Mariano Martí. Debió escapar de Cuba cuando comenzaron los rigores antagónicos de la Guerra de los diez años. Se estableció aquí y fue bueno y clemente con los emigrados”. En la ciudad muchos sitios perpetúan su paso por estas tierras, como tantos otros dejan constancia de la presencia de nuestro Héroe Nacional.
El Historiador de La Habana expresó alegrarse mucho al visitar “este pedacito de tierra que tan amorosamente ustedes (refiriéndose a los norteamericanos y cubanos que mantienen el Parque José Martí) han cuidado. En nombre de todos y en nombre de Cuba, colocamos estas flores haciendo nuestros votos más fervientes porque se establezcan muy pronto lazos reales y que desaparezca el bloqueo a Cuba; que se potencien las relaciones normales entre las familias y entre las naciones; que convirtamos en verdad el ideario martiano poniendo por sobre todas las cosas el amor a Cuba, pero que murió con la ingente preocupación de que había un capítulo todavía por deliberarse: el de una verdadera, absoluta y completa soberanía donde nadie debía intervenir. Las cosas de los cubanos son absolutamente nuestras.”
Tras la conmemoración en el Parque Martí de un día tan especial para la historia patria, Eusebio Leal que visitó otros sitios relacionados con la presencia martiana en Ybor City como la Sociedad Martí Maceo fundada en 1904; el espacio donde se editó entre 1887 y 1898 “Cuba” periódico oficial del Partido Revolucionario Cubano; la esquina donde se ubicó la sede de la Liga patriótica de instrucción establecida en 1889; la escalinata donde fue tomada la última fotografía que consta del Apóstol tras su apasionado discurso en el Liceo Cubano para solicitar a los tabaqueros emigrados que le ayudasen a conquistar la independencia de la patria aportando hombres, armas y dinero.
En 1893, el 26 y 27 de noviembre, en Ybor City, Martí pronunció dos de sus piezas de oratoria más conocidas y citadas: “Los pinos nuevos”, donde realza el papel de la juventud en la consecución de la independencia nacional, y “Con todos y para el bien de todos” que inició dedicándola sentidamente: “Para la Cuba que sufre, mis primeras palabras”.
Durante el peregrinar por los sitios martianos, el historiador Salcines apunta que para la ocasión viajó desde Cayo Hueso el taquígrafo Francisco María González quien rompió varios lápices mientras captaba la pródiga oratoria martiana. Las notas se imprimieron en la sede del periódico El crítico de Ybor City y se enviaron a Cayo Hueso en un barco de vapor, de tal suerte que en poco tiempo los torcedores y los patriotas reafirmaron su compromiso emancipador con la intervención de Martí.
Las huellas del Apóstol de Cuba llegan a nuestros días en esta ciudad floridana gracias también al periódico La Gaceta. La publicación trilingüe, semanal, que exhibe más de 93 años de historia, es fruto de la entrega de una familia que por tres generaciones ha insistido en reflejar la vida local – desde Victoriano su fundador (1894-1982) pasando por Roland (1920-1998) hasta llegar a Patrick – .
El Historiador de La Habana fue recibido también en la sede de La Gaceta donde los Manteiga prosiguen su labor periodística compartiendo la encomienda noticiosa con la preservación de la memoria en Tampa donde los temas cubanos tienen un espacio notable. En las paredes, imágenes de las personalidades y estadistas que se han relacionado con el semanario y en un lugar especial la que dedica el líder de la Revolución cubana a Patrick.
Al repasar algunos archivos que atesora el periódico, como el expediente abierto por el FBI al movimiento 26 de julio durante el movimiento insurreccional en la Cuba de los años cincuenta del pasado siglo, Leal reflexiona sobre el papel de la prensa en cada momento histórico. El propio Martí la empleó con mucha fuerza en su tiempo y en los Estados Unidos donde fundara el periódico Patria y colaboró prolijamente con diversos medios. También su muerte a los 42 años no fue suscrita por los tabaqueros de Tampa, pensando que era una estratagema más para desmoralizar a los independentistas, hasta que desde Nueva York llegó la confirmación a estas tierras.
En el New York Sun donde fue un sistemático colaborador apareció su obituario el 23 de mayo de 1895 con una de las más hermosas descripciones realizadas por quien todos distinguen como su mejor amigo norteamericano, Charles Anderson Dana: “Era un hombre genial, con imaginación, esperanza y coraje, uno de esos descendientes de la raza hispana al que su nacimiento e instinto americanos parecen haberle aumentado la tintura revolucionaria que todos los españoles modernos heredan. Su corazón era cálido y afectuoso, sus opiniones apasionadas e inspiradoras, y murió como desea morir un hombre así, luchando por la libertad y la democracia. De estos héroes no hay muchos en el mundo y su sepultura bélica es prueba de esto, incluso en una era positiva y material, hay espíritus que pueden darlo todo por sus principios sin pensar en recompensa egoísta alguna”.
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