Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Por: Magda Resik
“…qué hermoso sería morir a caballo,
peleando por la libertad de Cuba,
junto a una palma”.
José Martí
En marzo de 1888, ante la desolación que cual estela dejó un huracán en Nueva York, José Martí se refería a la calma previa con una visión contemplativa del hermoso espacio verde distintivo de la moderna urbe. Describió “colgando su nido en una araucaria del Parque Central la primera oropéndola”; a “los álamos desnudos” con “su vello primaveral, y en el castaño tempranero, como vecinitas parlanchinas que sacan la cabeza arrebujada después de la tormenta, asomaban las hojas”. Relató que “advertidos por el piar de los pájaros de la llegada del sol, salían los arroyos de su capa de hielo para verlo pasar”.
El crudo invierno cedía en la moderna urbe a los fértiles días de la primavera: “vencido por las flores, huía bufando y desataba tras de sí, como para amparar su fuga, el mes de los vientos”. El cubano parecía disfrutar en esa época de las calles de Nueva York, “los primeros sombreros de pajilla y los trajes de Pascua, dichosos y alegres” en un ir y venir de gentío infinito.
Justo en un sitio que debió frecuentar durante los quince años que vivió en esa urbe (1880-1895), se levanta en su impresionante altura el monumento donde por única vez se ha retratado tridimensionalmente al Apóstol sedente sobre su caballo, en el minuto dramático de la muerte en Dos Ríos. Anna Hyatt Huntington, la escultora norteamericana para quien modelar la fauna universal y los personajes históricos fue motivación persistente, en cuyo estilo se mezclan la tradición realista proveniente del siglo XVIII y el abstraccionismo propio de la segunda mitad del siglo XX, asumió el encargo del gobierno republicano de Cuba a mediados de 1950. La pieza forjada en bronce se instaló en el parque neoyorkino durante esa década, pero su emplazamiento alcanzó publicidad sólo en 1965 debido a las entonces inexistentes relaciones entre los dos países.
La última gran estatua ecuestre concebida por Hyatt a sus 82 años (18.5 pies), se dedicó como un regalo del pueblo de Cuba al pueblo de los Estados Unidos. Comparte una plazuela del área sur del Parque Central con los monumentos consagrados a Simón Bolívar y José de San Martín en el inicio de la Avenida de las Américas. Sobre el pedestal de granito se cincelaron las siguientes palabras:
“Apóstol de la Independencia de Cuba, guía de los pueblos americanos y paladín de la dignidad humana, su genio literario rivaliza con su clarividencia política. Nació en La Habana el 28 de enero de 1853. Vivió quince años de su destierro en la ciudad de Nueva York. Murió en combate en Dos Ríos, provincia de Oriente, el 19 de mayo de 1895.”
Las huellas martianas en Estados Unidos son evidentes. Queda la constancia de su largo peregrinar por Tampa, Cayo Hueso, San Agustín de la Florida, New Orleans… aunando voluntades y recursos en torno a la lucha por la independencia de Cuba. El restaurante Delmonico´s y la iglesia de la Trinidad en Nueva York – todavía en pie –, parecen preservar su espíritu indomable y la efervescencia propia de esos años en que fundó desde Estados Unidos el Partido Revolucionario Cubano y el periódico Patria, colaboró con las más importantes publicaciones locales y latinoamericanas, concibió La Edad de Oro para el público infantil y escribió inspirados poemas al estilo de los Versos sencillos e Ismaelillo.
Luchaba y soñaba con su país libre del coloniaje de España, pero residía paradójicamente en la Norteamérica que atisbó como un peligro en su testamento político, la carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado escrita un día antes de hallar la muerte en Dos Ríos:
“…impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia…”
Por más de una década, Eusebio Leal y la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana que tiene a bien dirigir, han persistido en la idea de aunar a los cubanos y estadounidenses en el empeño de colocar una réplica de esta singular estatua en el centro histórico capitalino. “Nos animaba – asegura el Historiador de La Habana – la percepción del carácter excepcional de esa obra del arte monumental; la imagen de un héroe en el acto de morir por la causa que había soñado y por la cual fundó, luego del análisis de las experiencias de la gran revolución hispanoamericana, el Partido Revolucionario Cubano vertebrado en los Estados Unidos.
“Sublimado por la idea de que ese sacrificio sería necesario – asegura Leal –, lo retrató la escultora norteamericana Anna Hyatt. Y es precisamente evocando el instante del 19 de mayo de 1895, como la artista muestra en equilibrio perfecto, al hombre que se inclina al tiempo que el arma se desprende de sus manos. El rostro revela la serenidad y la grandeza del momento. La bestia aparece suspendida y espantada ante el fuego del adversario y a sus pies crecen las yerbas y las flores, quizás evocando aquél pensamiento martiano: Mi verso crecerá: bajo la yerba. Yo también creceré…
Algunos conocedores sustentan la tesis de que Hyatt Huntington tomó en cuenta el cuadro de Esteban Valderrama fechado en 1917, representando ese instante crucial de la muerte de Martí en Dos Ríos. El lienzo original fue destruido por el autor ante las críticas de inexactitud histórica y luego rehízo el óleo en el escenario real a la hora en que se registra su caída, durante un mes de mayo.
“Ella estudió profundamente la personalidad de José Martí – confirma el Historiador. Ese 19 de mayo el Apóstol ostentaba el grado de Mayor General del Ejército Libertador de Cuba del cual fue investido el 15 de abril de 1895 por el generalísimo Máximo Gómez, “al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo” como lo escribió más tarde: me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su Jefe, electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General.”
“Sabía Anna que de no haber caído el 19 de mayo y haber llegado al Camagüey, donde de seguro se reuniría a la asamblea de los libertadores, Martí habría sido el presidente de la República de Cuba en Armas – dice Leal. Así le llamaban en el monte, recién llegado junto a Gómez y otros compañeros, los mambises campesinos.”
Apunta Leal que el legado de Anna Hyatt ha quedado inmortalizado en numerosos monumentos en distintos lugares del mundo, incluyendo el que se encuentra situado en la confluencia de las calles 20 de Mayo y Ayestarán, muy cerca de la Plaza de la Revolución. Se trata de Los portadores de la antorcha, conocido también como El relevo, otro conjunto modelado en bronce, donado en 1956 a la República de Cuba por el hispanista y filántropo Archer Milton Huntington, esposo de Anna. “Un jinete desnudo – expresa –, símbolo de virilidad y fuerza, recibe la antorcha de manos de otro que yace fatigado a los pies del caballo. Es la idea de la nueva América, Nuestra América, que toma en simbólico relevo generacional la antorcha de los que han muerto por ella.”
Fue necesario esperar con suma paciencia la coyuntura favorable con el propósito de lograr que prendiera en quienes podrían materializarla, la idea de replicar para Cuba el monumento a José Martí emplazado en el Parque Central de Nueva York. A la notoria persistencia del Historiador de la Ciudad de La Habana debemos la feliz confluencia y conquista de voluntades.
“A lo largo de esta década – confirma el Historiador – ha resultado determinante promover el apoyo de numerosas personalidades de Estados Unidos, entre otras cosas, con el fin de obtener los fondos necesarios para la ejecución de la copia y su emplazamiento en el Centro Histórico habanero con todos los requerimientos al detalle. Un papel importante han desempeñado los abogados Michael Krinsky y Lindsey Frank, de la firma legal de Rabinowitz, Boudin, Standard, Krinsky & Lieberman, P.C. Mucho debemos agradecer a las instituciones estadounidenses que han asumido el papel de promover y recibir los fondos que se requieren en nombre de la Oficina del Historiador, especialmente al Museo del Bronx y su directora Holly Block, así como a Leanne Mella, quien respondió a la convocatoria del mencionado museo como coordinadora del proyecto y del comité creado al efecto.
“Durante los últimos años – confesó Leal – remitimos cartas a incontables personalidades y aprovechamos cuanto contacto realizamos con representantes de la vida política, cultural y social estadounidense. Tal es el caso del Alcalde de Nueva York, Bill de Blasio y de la dirección de Parques y Recreos, dependencia de su alcaldía, que concediera el permiso para algo excepcional nunca antes autorizado: realizar una copia perfecta de la escultura con los métodos más modernos.”
En la consecución de este empeño destacan además, las contribuciones con notorio compromiso del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba y su Dirección General de Estados Unidos; de la Embajada de la República de Cuba en Washington y su embajador José Ramón Cabañas; de la Misión Permanente de Cuba ante la ONU y su embajador Rodolfo Reyes en la ciudad de Nueva York; de la Embajada de Estados Unidos en La Habana y su máximo representante Jeffrey De Laurentis; y resultó determinante para vencer las trabas burocráticas y legales “la anuencia expresada por el Secretario de Estado John Kerry durante su visita a nuestro país. En un momento de su recorrido por la Habana Vieja, nos manifestó que su Departamento no ponía objeciones a tan noble y elevado propósito cultural” – confirmó Leal.
“Fue necesario asimismo, consultar el legado de Anna y su esposo en la ciudad de Nueva York, donde se conserva uno de los bocetos preliminares de la obra y tomar en cuenta el patrimonio documental que atesora la Biblioteca de la Universidad de Siracusa sobre la artista.
“Serán indispensables también para dar feliz término a esta iniciativa – explica el Historiador -, quienes sienten la legitimidad de su cubanía y aporten, no importa qué cantidad, para unirse a la contribución de instituciones y fundaciones de los Estados Unidos que favorecen las relaciones entre ambos pueblos, de tal forma que la inscripción al pie del monumento invierta el sentido original. Ahora dirá: del pueblo de los Estados Unidos al pueblo de Cuba; englobando en el concepto de pueblo estadounidense no sólo a sus ciudadanos sino también a los cubanos patriotas que allí fijaron su residencia.”
Durante los quince años en los cuales José Martí vivió en Estados Unidos conquistó la voluntad de muchos estadounidenses con el fin de promover y sustentar la guerra de independencia de Cuba. Quizás quien mejor lo definió tras su deceso fue Charles Dana, editor y copropietario del diario neoyorkino The Sun, donde el pensamiento del Apóstol encontró refugio y sustento:
“Hemos sabido con profundo dolor de la muerte del famoso adalid de la revolución cubana (…) Pertenecía a esos descendientes de la raza hispana, cuyo nacimiento e instintos americanos parecían agregarse positivamente a la vocación revolucionaria que heredan todos los españoles modernos. Martí era un hombre de buenos sentimientos y gran corazón, de opiniones ardientes y altos ideales y perdió su vida en el empeño que sólo un hombre de su talla habría escogido, batallando por la libertad y la democracia. Héroes como él no abundan en el mundo de hoy, y su tumba guerrera atestigua que aún en esta era de positivismo materialista existen espíritus capaces de darlo todo en aras de los principios, sin egoísmos ni segundas intenciones.”
Cuando a inicios del 2017 la réplica del monumento creado por Anna Hyatt – tras su larga travesía desde la fundición estadounidense en Filadelfia donde se moldeará y bruñirá el bronce –, se emplace en la rotonda central del gran jardín que se extiende desde la terraza norte del antiguo Palacio Presidencial hasta la confluencia de las calles Cárcel y Avenida de las Misiones, muy cerca de la estatua ecuestre del generalísimo Máximo Gómez, un camino histórico de ida y regreso quedará sellado, como lo describe Eusebio Leal. “La escultura permanecerá de cara al mar, al puerto de La Habana y mirando a la nación que conoció como pocos.
“En los Cuadernos norteamericanos está encerrada en gran medida la apreciación de Martí sobre la gran nación – dice el Historiador. Se detiene en sus virtudes, en sus cualidades y en el espíritu creador de sus mujeres y hombres, y también en toda la complejidad del tiempo en que ese país comenzó a ocupar un papel tan preponderante en la historia de América y del mundo. Percibe la evolución de la sociedad en la cual el capitalismo había alcanzado su esplendor y muestra su inmensa preocupación por el destino de los pueblos hispanoamericanos en sus relaciones con la poderosa nación emergente. El monumento a José Martí es una justa aspiración del pueblo cubano. Cuba regaló esa escultura a los Estados Unidos y una reproducción en estos momentos históricos significa extender las manos al pueblo de los Estados Unidos y desde el pueblo de los Estados Unidos, para favorecer un abrazo solidario entre pueblos.”
(Tomado de Cubadebate)
Los interesados en realizar una donación deben contactar a la coordinadora del proyecto por el Museo del Bronx, Leanne Mella: lmella@bronxmuseum.org Teléfonos: 718/681-6000, 212/472-1762
Compartir