Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Por: Yoel Lugones Vázquez / Fotos: Alexis Rodríguez
Fotos: Alexis Rodríguez
Justo en el minuto que daba inicio al 16 de noviembre – día fundacional – comenzó el tradicional acto que cada año realiza la Oficina del Historiador de la Ciudad para saludar un nuevo aniversario de La Habana. Pero en este 2018 con una connotación especial: no solo arribaba la capital de todos los cubanos a su 499 aniversario, sino que comenzaba asimismo su año 500.
En El Templete – con una ceiba renaciente, amparados todos los reunidos bajo el velo de la noche y el hálito mágico e inexplicable de una urbe que siempre sorprende, cautiva y se renueva –, se realizó este tradicional momento que dio comienzo con la salida de las Masas del Cabildo, custodiadas una vez más por niños, símbolos de la continuidad de nuestras tradiciones y de nuestra memoria. Junto a ellos, y a una multitud de personas, Antonio Torres Iríbar, Primer Secretario del Partido en la capital, y Reynaldo García Zapata, Presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular, entre otras personalidades.
Y, por supuesto, la presencia del Historiador de la Ciudad, Doctor Eusebio Leal Spengler, quien compartió su pasión, su amor por su Habana – que bien se traduce en amor a Cuba –; palabras y frases portadoras de lo que sentimos todos los que veneramos a esta otrora villa.
Leal recordó en un principio aquellos tiempos fundacionales, el asiento definitivo de nuestra ciudad hace casi 500 años en la costa norte junto al puerto que le otorgaría una celebridad mundial. Sin embargo, evocó asimismo el año 1514, en el cual debió establecerse un campamento que los conquistadores españoles ubicaron en la costa sur. Rememoró cómo fue al pie de un árbol de ceiba, a su sombra, “donde se sacralizó aquel nuevo emplazamiento y el nombre de San Cristóbal de La Habana tomó verdadero sentido”.
“Habana, nombre exclusivo que no se parece a ninguno”, expresó Leal; ciudad que comenzó a latir y existir, según sus palabras, en este sitio: El Templete. Fue así que durante 500 años muchas personas vinieron al pie del árbol y en este espacio, en el siglo XVIII, se levantó una columna que es la que hoy observamos llena de inscripciones, donde reza que todo caminante debía detener su paso aquí y reverenciar los símbolos de la ciudad, su autoridad y permanencia.
El Historiador afirmó que este ha sido un año importante: el del 150 aniversario de las luchas por la independencia – el próximo será el 150 aniversario de la solemne proclamación de la Constitución de Guáimaro – y también aseveró que el 2019 es un momento propicio porque, además, conmemoraremos el 1 de enero el 60 aniversario de la victoria rotunda de la Revolución Cubana.
“Es por todo esto – continuó – que esta es una ciudad llena no ya de tradiciones y leyendas, que es útil a la literatura y a la poesía. Es una ciudad que se honra con sus magistrados, con sus médicos, con sus letrados, con todos aquellos que contribuyeron a darle una imagen; con sus arquitectos y constructores, con sus artistas, con su blancos y negros, con su mulatez, con todo lo que la cultura de síntesis que nosotros representamos supone”.
Para Leal, La Habana es una urbe que no tiene que avergonzarse, sino al contrario: “debe enorgullecerse de su historia y que se dispone, en este 500 aniversario, a no tomarlo como una meta, como un puerto al que llegamos, sino como un punto de partida para realizar en toda La Habana pequeñas, útiles, grandes obras que permitan, en la medida de nuestras posibilidades, responder a la demanda del pueblo que lo pide y lo reclama”.
“No solo vivimos del pan; vivimos también de la belleza. Y esta es la Ciudad Maravilla, que sucedió como título al de Patrimonio de la Humanidad, llena de memorias gloriosas que no pueden ser marchitadas”, expresó categóricamente el Historiador.
Sin dudas, La Habana ha sido grande también por su gente. Así lo afirmó Leal: “Por sus calles, por sus rincones, vivieron todas las grandes figuras. Mujeres y hombres que contribuyeron a forjar Patria y la consideraron, como señaló el Apóstol – hijo ilustre de La Habana –, Humanidad”.
“Debemos comprometernos públicamente todos – prosiguió – a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ennoblecer y engrandecer La Habana. No es tarea solo nuestra; es tarea de todos. Esa voz tiene que ser escuchada. Tienen que comprometerse cada cual a hacer lo posible para que desaparezcan las vulgaridades y las costumbres antisociales; para que se honren los monumentos y los parques públicos; para que se cuiden las áreas verdes; lo amerita una ciudad que nació a la sombra de un árbol”.
Leal aseveró que debemos alegrarnos profundamente que hayamos llegado a este día reconstruyendo, rehaciendo los teatros, las fortalezas, las viviendas: “Todo lo que hemos podido hacer se ha hecho, en años difíciles. Pero estoy convencido que siempre se puede hacer mucho más. Se pudo, se puede y se podrá. Es necesario apartar de nosotros las costumbres que nos desvíen del objetivo principal de nuestro propósito. Es más importante acumular riqueza cultural y riqueza moral que la material (…) Es necesaria esa idea y ese concepto de que tiene que labrarse una sociedad que, en el marco del orden constitucional que hoy discutimos, con la idea social definida de un estado que se pronuncia por las necesidades de todos y no de unos cuantos, se construya sobre esa base un proyecto sostenible, sustentable y digno en el tiempo, que no se hace con palabras; tiene que hacerse con obras y de veras”.
“Que estas piedras en este día y la sombra gloriosa de este árbol inspiren a los aquí reunidos a su sombra. Llegue a la memoria de todos los habaneros que ya no están y forman parte de la otra ciudad. Llegue la felicitación a los habaneros que estudian en la Acrópolis de La Habana, su Universidad, aquella en que una vez Fidel afirmó categóricamente que se había hecho revolucionario. Llegue también a los habaneros dispersos en el mundo, porque todos ellos sienten su ciudad como propia, y a todos los que estén imbuidos de sincero y profundo patriotismo, que amen su tierra, que amen su árbol, sus piedras y las tumbas de sus antepasados”, concluía Leal.
Llega así La Habana, una ciudad abierta al mundo – como ha expresado el Historiador – a un nuevo aniversario, y muy cercano a sus primeros cinco siglos de existencia, con la seguridad de que seguiremos sus amantes incondicionales venerándola y sobre todo custodiándola. Esa es la única manera de sentir que formamos parte de ella, que formamos parte de su legendaria historia.
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