La Revolución es un acontecimiento irreductible

julio 23, 2019

Por: Thays Roque Arce

 

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Este martes 22 de julio el Historiador de la Ciudad de La Habana, el Doctor Eusebio Leal Spengler, compartió con un auditorio de trabajadores del periódico “Granma” su relación con la institución y lo que ella representa. La definió como el símbolo y la voz de la Revolución Cubana. Dejaba en el corazón de cada uno de los presentes el compromiso de entregar y contribuir hacia ese compromiso con la verdad y las ideas que es meta mayor.

En un salón del primer piso del icónico edificio anexo al Poligráfico Granma, el auditorio le atendió en silencio por cerca de una hora. Sobrecogidos, emocionados, identificados. Presidieron junto a él la mesa la Directora del diario Yailin Orta, Enrique Villuendas, funcionario del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y Marta Rojas, comprometida intelectual cubana, Premio Nacional de Periodismo.

El Historiador recordó la primera vez que el “Granma” le abrió sus páginas, en la década del 70. Aquellos primeros textos cortos, vivenciales que hoy conservan amarillas páginas. Un ejemplar de entonces le fue regalado esta mañana como simbólico nexo entre el Historiador y la institución cubana. El lunes 5 de noviembre de 1973. Allí apareció su firma por primera vez.

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Según reconoció en el diálogo, fue una de “las más importantes experiencias para lo que sería en definitiva la institución en la cual me tocó el honor trabajar”: la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, fundada y dirigida hasta 1964 por un eminente, también, periodista, el Doctor Emilio Roig de Leuchsenring, comunicador de insaciable curiosidad intelectual que entendió la importancia de la prensa periódica desde muy joven.

Se refirió a “la angustiosa búsqueda de la verdad que para los periodistas es tan importante, a la sustancia de la noticia, al valor de la palabra escrita porque las otras vuelan y se las lleva el viento. Aun en lo escrito habrá posibilidad de rectificar”, sentenció.

“¿Para qué yo venía al periódico? A publicar mis trabajos porque todo el mundo no entendía lo que yo hacía en aquel momento. Porque ayer, hoy y mañana existirán siempre ante cualquier obra y cualquier trabajo grandes contradicciones”, rememoró.

“El periódico era el símbolo, y lo es, de la voz de la Revolución, en la manera que asume el carácter de órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Con aquella señal superior en la cual aparecen, al pie del busto de Martí de Jilma Madera, levantado por el padre de Celia [Sánchez] y por ella al Pico Turquino, alzando el fusil”, dijo refiriéndose a la icónica imagen de Fidel y Raúl tomada en 1957 que encabeza la portada del diario.

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“Fue la Revolución la que, como dijo una vez Martí, arrebató el látigo de la mano del mayoral y la que puso a mi generación, llena de deseos pero con poca capacidad intelectual, a trabajar y luchar por ella. La Alfabetización, los cortes de caña, las movilizaciones de todos los años, las brigadas sanitarias de las milicias, el haber visto la proclamación del socialismo en aquella calle de 23”, fue enumerando, recordando.

Un momento del diálogo estuvo dedicado especialmente al Comandante de la Revolución, Fidel Castro Ruz, quien “creyó hasta el final en la importancia de las ideas”, y creyó en él. “Fidel no era divino, era un ser humano, en toda la escala y el sentido de la palabra (…) Manejar un Estado y una Revolución agredida y atacada significaba hacer un juego de ajedrez, no de damas”.

Leal recordó el momento de la trágica noticia de la muerte del Comandante y el advenimiento de un gran vacío, el desconsuelo; y más tarde, nuevamente la luz, la continuidad que trascendió lo fraternal representada en Raúl Castro.

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El Historiador detalló la Cuba que somos desde su mandato de diez años, lo conseguido –una nueva Constitución, un modelo económico perfeccionado, el Estado en condiciones de regularidad, la renegociación de la deuda externa, y que supo hallar y preparar en la masa de jóvenes dirigentes a quien podría ser su continuador–, dijo, por solo citar algunas de las ideas argumentadas por Eusebio Leal en la charla de este martes.

“Lealtad que nos honra y nos permite pensar que aunque sean muy difíciles los momentos actuales (…) cuando nuevas e insultantes medidas contra Cuba y otras naciones se dicten, y nos esperen momentos aún más difíciles, la Revolución Cubana, como acontecimiento moral, ético, político y militar, es irreductible. Pero nada permanece tranquilo, estático en el tiempo porque se deteriora o desparece. Hay que adecuarse siempre. Lo importante son los principios, lo invariable”.

“Su pensamiento leal a esta Revolución nos ha honrado hoy extraordinariamente con su calidez”, dijo la directora de Granma, Yailin Orta, al tiempo que le extendía el abrazo “de los compañeros de su casa grande de la prensa cubana” y “el agradecimiento infinito a su obra y a su consagración a este país y a su lealtad extraordinaria a Fidel, que seguirá siendo el Director del Periódico «Granma». Y la virtud con la que ha acompañado al General de Ejército en el camino comprometido con el presente, el pasado y el futuro”, añadió Orta.

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“Siento que la Revolución y Fidel respetaron profundamente mi identidad, mi carácter, mi persona”, señaló el Historiador en otro momento del conversatorio. “Solamente percibí en todos ellos una sola orden surgida de su afecto hacia mi humilde persona: ‘consagra tus esfuerzos y tu espiritualidad a una obra. Fórmate y estudia’”.

La Revolución lo sorprendió con apenas el quinto grado de escolaridad a los 17 años. Leal Spengler recordó que gracias a la educación obrero-campesina, años más tarde, recibió el título del sexto grado de manos de Lázaro Peña.

“Ingresé a la Universidad de La Habana (…) Me dijeron: Lo que quiere Fidel es eso, que ustedes, los que no tuvieron oportunidades, los hijos de las lavanderas, de los pobres, de los negros, de los desheredados, puedan entrar y obtener estudios superiores”.

“Después vinieron muchos reconocimientos, pero ninguno vale lo que yo vi; y aun siendo ciego, si perdiera la vista, recordaría las palabras que me dijo un día Dulce María Loynaz: los que alguna vez vimos tenemos una luz interior que nos permite ver las siluetas y hasta los colores de las cosas. Si me quedara ciego, la luz de mi tiempo estará dentro, y la memoria de tales héroes nunca me será ajena”.

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