Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
En las recientemente concluidas sesiones de nuestro Parlamento, se ha aprobado la Ley de los Museos. Este es un evento de gran importancia para nosotros, los que durante tantos años nos hemos desarrollado en estas casas de sabiduría, los museos. Casas de sabiduría porque en el origen de su historia está precisamente el haberse creado en ello un ámbito, un espacio de diálogo de las distintas corrientes que nutren la cultura universal. Hoy existen museos especializados; yo diría que no hoy, hace ya bastante tiempo los museos tomaron el camino de la especialidad. Museos de ciencias naturales, museos etnográficos, museo de la ciudad – podríamos tomar numerosos ejemplos –, y también lo que se ha llamado, en naciones pequeñas como la nuestra, museos polivalentes, en los cuales se ofrece un panorama general de la ciencia naturales, de las ciencias en general, de la cultura, de la arquitectura, de todo lo que supone este universo tan complejo y tan importante. Lo que sí no cabe dudas es que el museo es el espacio ideal para la docencia, el lugar ideal para que los niños, en los horarios que determinan las escuelas, se sienten en sus salas y dialoguen con la historia, dialoguen con la naturaleza, con la cultura.
Es bello en cualquier lugar del mundo, y particularmente en nuestro país, ver a la maestra, tanto en verano como en el tiempo regular de clases, recorriendo las salas del museo y deteniéndose para explicar, con el apoyo de los guías de los museos; o también a los niños que sentados o de pie escriben en sus libretas, toman notas, apuntes, dibujos y todo cuanto contribuya a recordar, a fomentar la memoria, que es algo tan importante: la memoria del ser, la memoria de la familia, de la comunidad, de la nación, la memoria del mundo. Por eso cuando Cuba puede presentarse ante la Asamblea, que acaba de concluir, con un nuevo texto de Ley sobre los Museos, avala este noble propósito la obra de precursores que a lo largo de estos años se empeñaron en que esto fuese posible. Recuerdo con particular afecto en Santiago de Cuba a Don Emilio Bacardí Moreau y a su esposa Elvira Cape; ellos fomentaron y construyeron el museo que lleva su nombre, y también la biblioteca pública. Recuerdo en La Habana, con particular veneración, a nuestro maestro y predecesor Emilio Roig de Leuchsenring, que fundó el Museo de la Ciudad de La Habana, un pequeño museo con grandes propósitos, un espacio para discusión de temas históricos, un espacio para el debate. Recuerdo mi impresión de niño al visitar la Casa Natal de José Martí, o el Museo de Cárdenas, o cuando muchos años después conocí la no menos bella colección de Camagüey, o las tantas colecciones particulares que visité a lo largo de los años, algunas de las cuales se convirtieron luego en colecciones públicas. Guardo particular recuerdo de gratitud al doctor Manuel Rivero de la Calle, también muy especialmente a Ernesto Navarro; todos ellos implicados en los temas de la arqueología indocubana, de la exposición de museos, que como el Montané, en la Universidad, o el Chorro de Maíta en Holguín, en este caso un museo de sitio, acompañando a una excavación exitosa, nos da la imagen exacta de lo que queremos hacer y lo que queremos decir. El museo es la belleza; el museo es la sabiduría; el museo es el encanto de cosas que no han cedido al tiempo, ni al olvido.
El museo es la institución práctica que desde Baracoa hasta los confines del Occidente de Cuba tiene por labor colectar, conservar y exponer. Tiene por labor ser un asistente eficaz del maestro en la escuela, de la cultura comunitaria; para eso no podemos sentarnos a esperar que nos traigan las cosas, tenemos que salir a buscarlas, a protegerlas. Esta ley está íntimamente ligada a otra, la de los archivos, que conservan la memoria documental y también a la ley de monumentos nacionales, que protege no solamente los bienes que se han declarado con esta categoría, quiere decir edificios, pequeñas ciudades, sino que también se refiere a aquellos que se erigieron para conmemorar, a veces en el monte, a veces en la orilla de un camino, a veces en la puerta de una casa, a veces en una gran plaza convertido en un gran monumento donde se recuerda un acontecimiento memorable. Por eso, al saludar la ley envío un mensaje a todos mis colegas y colaboradores, a todos mis amigos y compañeros, a todos los que en la Isla de Cuba, de una esquina a otra, trabajan porque el museo cumpla su cometido. No tengan temor, ni piensen que una falta de recurso determinara el todo. No, buscar, luchar, promover con simpatía la causa, no hacer desagradable ni insoportable la prédica por conservar, ni tampoco el hábito de pedir; nadie pidió un pan y se le devolvió una piedra. Por eso es importante acercarse a los presidentes de los gobiernos, a los primeros secretarios del partido, a las autoridades, a los amigos, a aquellos que han guardado dándoles siempre la garantía de que el museo es el espacio mejor, no un espacio de olvido, un espacio de vida.
Foto: Alexis Rodríguez
Compartir