Eusebio Leal Spengler ~ Historiador de la Ciudad de La Habana ~
Fotos: Alexis Rodríguez
Cuando uno viene desde el Vedado hasta el Centro Histórico, observamos en el horizonte las torres modernas, torres mecánicas, grúas, que construyen en este momento en los espacios del Paseo del Prado. Durante varios años trabajamos para preservar algunos grandes edificios históricos que fueron hoteles de La Habana, hoteles muy importantes. Toda esta zona del Capitolio estaba rodeada de estos grandes hoteles, los cuales con sus nombres todavía nos evocan momentos de la historia. El Saratoga Palace, el Lincoln, el Isla de Cuba, el Gran Hotel, el Regis, el Hotel Pasaje, el Hotel Parque Central, el Packard, por ejemplo.
A ellos se suma ahora una obra notable y bella. Me refiero a adecuar el edificio de la Manzana de Gómez, para una moderna instalación hotelera: el Hotel Manzana. Es una obra realmente bella, pues al colocarnos en cualquier ángulo podemos observar las magnificas decoraciones que el tiempo había mermado, que el tiempo había mutilado y dañado. Observamos todos los dibujos renacentistas, las hermosas cariátides que aparecen, máscaras, guirnaldas floridas, que aparecen ahora en la fachada. Y todo de acuerdo a las estrictas normas que rigen –solamente una sola altura de cristal que se diferencia perfectamente de lo construido, como el de la Lonja del Comercio, se hizo en otro momento.
Se han preservado las galerías en planta baja que permitían al público acercarse a un grupo de tiendas, recordando las galerías de la ciudad de Milán o la ciudad de Roma. En estas galerías no solamente se preserva el paso, sino también se reinstala todo un sistema de tiendas con una visión moderna y de futuro.
Pero hay algo que cuando quede inaugurado se podrá observar con mucho interés, y es que al comenzarse las obras de demolición de las murallas, una de las puertas más importantes de dicha muralla de la otrora villa, era precisamente en este sitio. La puerta que da a la calle Obispo la podemos observar en algunas fotos antiguas y que miraba al espacio inmediato, a lo que más tarde fue el Parque Central, el Gran Teatro, el Hotel Inglaterra o el Capitolio Nacional. En este punto la muralla tenía uno de sus baluartes, como ha ocurrido en distintos puntos.
Las murallas fueron demolidas a partir de la voluntad del Ayuntamiento, inspirado por las ideas de los comerciantes y de los hombres de negocios de La Habana, en el siglo XIX, de que toda modernización de la ciudad pasaba por la demolición de lo que se había convertido aparentemente en obstáculos. Ellos cometieron un error graso, no se dieron cuenta que La Habana se expandiría posteriormente de una manera poderosa hacia el Este y hacia el Oeste. Sin embargo, las demoliciones fueron superficiales. En todos los casos que hemos excavado, por ejemplo, frente a la Plaza de la Catedral, los antiguos baluartes acaban de ser descubiertos, la muralla de mar se escavó y ahí está. Pues bien, debajo del Hotel Manzana aparecen los restos de la muralla y son visitables y visibles.
Me he quedado realmente asombrado de la belleza y de la valoración que le otorga a este hotel esta presencia arqueológica en su subterráneo. Esto se va a repetir sistemáticamente, porque la Oficina debe seguir trazando el Paseo Arqueológico de la muralla, y nuestros propios objetivos están ahora un poco más adentro, buscando en la zona de la Plaza de las Ursulinas, el antiguo amurallamiento que también ahí forman interesantes baluartes de los cuales solo en la zona de la Estación de los Ferrocarriles nos quedan algunos de los restos de la muralla, varios pedazos o fragmentos, como el que está junto al antiguo Instituto de Segunda Enseñanza, hoy José Martí, o el Baluarte del Ángel, frente al Palacio Presidencial.
Pero volvamos a las grúas.
El Hotel Packard se construye ocupando el lugar donde preservamos a duras penas, en años difíciles, las fachadas, que se han incorporado armónicamente a la construcción moderna. Exactamente igual pasará en otro Gran Hotel, cerca del edificio que ocupaba el Diario de la Marina, en las calles Teniente Rey, Zulueta y Monserrate. Vamos a observar que durante años las enredaderas cubrieron los andamios protectores de los grandes paredones del hotel; lo que se construye ahora incorpora este elemento de belleza arquitectónica. También en Prado y Malecón, el antiguo Hotel Miramar se construye. Esto es importantísimo porque en Prado y Malecón, en la intercepción de San Lázaro, se forma un importante cuchillo que cierra esa manzana. Frente están los jardines públicos, los antiguos restos de la cárcel de La Habana, el pedazo, el fragmento de los Cuarteles de Ingenieros en que una vez se cometió el gran crimen contra los estudiantes de medicina en 1871, y mas allá el Castillo de la Punta, el canal y el Morro de La Habana.
No cabe duda de que todas estas obras inciden en reafirmar que es importante – y que hace muchos años se vio con lucidez por mi predecesor el Dr. Emilio Roig y por los equipos que han trabajado a lo largo de los años en el Plan Maestro, en Arquitectura, en Arqueología – la divulgación de la idea de la restauración como una necesidad. Primero, porque reafirma la identidad nacional y cultural del pueblo cubano; segundo, porque salva un patrimonio arquitectónico y edificado absolutamente irremplazable; y tercero, porque la vida ha demostrado, y lo podemos ver todos los días, el interés creciente que para cubanos y para personas de todas partes del mundo tiene el Centro Histórico.
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